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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Guerra en Líbano

Hace tan sólo unos días me encontraba todavía en el Líbano disfrutando de unas cortas vacaciones con mi marido y mi hijo, cuando fui testigo del inicio del conflicto bélico desatado de forma tan absolutamente desmesurada y fuera de cualquier proporción por parte del Estado de Israel.No quisiera desaprovechar esta ocasión para poner de manifiesto mi profunda desaprobación y repulsa por el procedimiento empleado por Israel, por cuanto resulta evidente que la contundencia de la reacción que está causando numerosas bajas tanto civiles como militares, así como un nuevo éxodo de más de 400.000 personas de las regiones meridionales del Líbano, tiene fundamentalmente su origen en la proximidad de las elecciones a las que se enfrenta el Gobierno de Simon Peres este mes de mayo.

Pero más allá de estas consideraciones que saltan a la vista de cualquier observador internacional, no cabe olvidar otro factor adicional que ha movido, sin lugar a dudas, a Israel a desatar una reacción de tamañas consecuencias: la voluntad de frustrar cualquier intento de recuperación económica en su vecino Estado libanés, cuyo objetivo más inmediato no es otro que el de convertirse de nuevo en el centro financiero y comercial que le mereció el calificativo de la "Suiza de Oriente".

De este último dan fe los bombardeos perpetrados en barrios y regiones de población cristiana, así como en las numerosas infraestructuras que se hallan en pleno proceso de (re)construcción, la central eléctrica del barrio residencial de Baabda, o del mismo aeropuerto de Beirut, como pude observar directamente.

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Pero incluso con independencia de este hecho, la actual situación bélica no puede analizarse objetivamente sin recordar que desde la ocupación del sur del Líbano por Israel, éste no ha hecho más que legitimar los ataques de las milicias de Hezbolá, nutridas básicamente de los colectivos chiítas radicalizados por el éxodo del que fueron víctimas.

Desde 1978 no sólo ha desoído reiteradamente los mandatos de la ONU, que mediante la Resolución 425 le conminan a retirarse de los territorios ocupados, sino que ha sido incapaz de garantizar la tranquilidad de la región mediante la pretendida zona de seguridad.

Es hora de que Israel acate de una vez por todas los dictados de la ONU, dejando al Gobierno libanés la responsabilidad de terminar con un problema que reconoce como tal, el de las milicias proiraníes de Hezbolá.

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