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Chirac respeta el 1%,del presupuesto para la cultura francesa, pero amplia competencias.

Los créditos asignados a espectáculos vivos se han reducido en un 80%

"La cultura ha de ser un instrumento esencial en la lucha para reducir la fractura social". Ése era el principal objetivo que se fijó al llegar al poder el ministro de Cultura francés, Philippe Douste-Blazy. La realidad es otra. El presidente Jacques Chirac prometió respetar el, mítico 1% del presupuesto destinado a Cultura que Lang presentó como una conquista irrenunciable.Douste-Blazy acudió al Parlamento con 15.500 millones de francos (unos 380.000 millones de pesetas) en su cesta de la compra de 11996; es decir, otra vez el 1%. Lo mismo, pero, con más competencias.

Para alcanzar cifra y porcentaje, Douste-Blazy recurrió a trucos de organigrama y a otros de índole económico-administrativa. Entre los primeros está el no subrayar que sus competencias se han ampliado. Los recursos no acompañan el crecimiento. El canal televisivo Arte, las siete orquestas de Radio-France o la Dirección General de Arquitectura viven ahora del presupuesto de Cultura. El más evidente de los trucos económico-administrativos ha consistido en no explicar que un 15% de los créditos destinados a gastos corrientes y el 25% de los asigna dos a pagos de ayudas y subvenciones quedaban congelados -que no suprimidos- hasta nueva orden.La argucia permite guardar la apariencia de abundancia al tiempo que se acepta la realidad de las restricciones. Casi 30.000 millones de pesetas menos de gasto significan, en la práctica, reducir en un 80% los créditos asignados a espectáculos vivos y en un 8% un total ya falseado por la referida vía del cambio de organigrama.

Las obras del Louvre no se acabarán en 1996, como también parece que la remodelación del Pompidou llevará más tiempo del anunciado en un principio, manera de repartir la misma cantidad en dos o tres años.

Sueños de arquitectos

La desaparición del Ministerio de los Grands Travaux, a partir del cual Mitterrand-Lang dieron satisfacción a sus sueños de arquitectos, impide pensar que pueda repetirse una década prodigiosa en la que se levanten simultáneamente obras de la envergadura de la Cité de la Musique, la renovación del Louvre, el Institut du Monde Arabe, el Are de la Defense, la Opéra Bastilla, el centro dedicado al cómic en Angouleme, la ópera y el nuevo Museo de Lyón, la futura Tres Grande Bibliothéque (TGB) en París o la más modesta de Rennes, el imponente Ministerio de Hacienda o los flamantes archivos de Roubaix. Chirac, ya lo ha demostrado durante quince años como alcalde de París, no es hombre de otros delirios urbanísticos que el que puedan sugerirle reyes del cemento como Bouygues. Autopistas, puentes y aeropuertos ocuparán, pues, el lugar de museos, teatros o bibliotecas. De momento hay sectores que ganan y otros que pierden. El arte contemporáneo ve limitado su presupuesto para compras, pero las donaciones en vida serán más fáciles y fiscalmente más atractivas; la ópera dispondrá de más capacidades, al menos sus grandes salas, pero algunos teatros nacionales corren el riesgo de cerrar sus puertas; las subvenciones a proyectos de cine decrecen, pero aumenta el poder de las tres empresas francesas de distribución que controlan todo el parque de salas; la TGB tendrá su informática prodigiosa, pero le faltarán funcionarios para atender al público. Las inversiones tecnológicas, las propuestas de concentración empresarial y un cierto retorno a los moldes clásicos, de jerarquía entre las artes, son los beneficiarios inmediatos de la llegada de la derecha. Los socialistas también forzaron la carta de la competitividad cuando se trató de reorganizar el sector del acero, por ejemplo. ¿Dime qué recortas -destituyes, nombras, reformas etcéter- y te diré quién eres? Sí y no. La filiación política no lo es todo.

Baile de cargos

En 1993, la derecha francesa ganó de manera apabullante las legislativas e inició su segunda cohabitación con un presidente socialista. En 1993 es público que Mitterrand está enfermo y que no se presentará a la reelección. Gaullistas y conservadores se sienten poderosos. Jacques Toubon, ministro de Cultura antes de serlo, en 1995, de Justicia, lanza sus campañas en defensa del francés y la "excepción cultural".La mayor parte de los puestos importantes en las distintas áreas de Cultura ya han sido objeto de nombramientos. La Escuela de Cine la dirige ahora, Christine Juppé-Leblond, primera esposa del actual primer ministro; en el Centre Pompidou manda Jean -Jacques Aillagon, un competente especialista en materia cultural, hombre de fidelidad probada a Chirac,que ha sustituido a François Barré, funcionario de simpatías socialistas que ahora es director general de Arquitectura; para Maryvonne de Saint -Pulgent, una liberal que deseaba ocuparse del área musical, ha sido la Dirección General de Patrimonio, porque el músico prosocialista Pierre Boulez es también muy amigo de persona jes chiraquianos o de la influyente madame Pompidou y desde esa amistad vetó a Saint -Pulgent: no le perdona que ella haya arremetido siempre contra la Opéra Bastilla y, sobre todo, contra el costoso IRCAM, un centro que controla Boulez y que sigue dedicado a investigar todos los callejones sin salida, dicen, de la música contemporánea.

El máximo responsable del área de cine es Max Tessier, cuya filiación política carece de importancia: pasa por ser un profesional, bien relacionado con los grupos industriales más potentes. Hugues Gall ha llegado a la Opéra Bastilla procedente de Suiza, y Stephane Lissner estuvo al frente de la Orquesta de París antes de marchar hacia el Teatro Real de Madrid. Son dos personajes relacionados con la derecha, pero, sobre todo, con prestigio artístico y de gestión, algo que se repite, aunque en menor grado, con Jacques Baillon, que se ocupa del teatro. La TGB es para un historiador, pero el teatro Odéon que durante seis años ha sido gobernado por Lluís Pasqual, ahora le, es por Georges Lauvadant, lo que no comporta una ruptura con la línea seguida.

La televisión no depende de ministerio alguno, sino del Conseil Superieur de l'Audiovisuel (CSA), un organismo cuyos nueve miembros son nombrados, tres cada uno y por plazos de cuatro, seis y ocho años, por los presidentes de la República, del Senado y de la Asamblea Nacional. La fórmula garantiza siempre una cierta pluralidad y, sobre todo, una notable independencia respecto al poder político. Luego hay otros nombramientos que también parecen de concordia, como esa solicitud de Chirae hacia Jack Lang para que se ocupe de pensar las celebraciones del fin de milenio. El gesto chiraquiano tiene tanto de reconocimiento como de regalo envenenado contra los socialistas, pues no en vano Lang, en nombre de la herencia Mitterrand, se ha enfrentado a Lionel Jospin, que siempre le criticó por su inmoderada vanidad televisiva.

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