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Busca y captura de estrellas

El cine español renueva su fórmula de selección de actores

Amelia Castilla

El productor y el director siguen teniendo mucha mano en la elección de actores, pero las películas de los últimos tiempos han contado con un director de casting, un oficio que antes sólo se asociaba al cine americano, y que ha acabado por implantarse en España. Los directores de reparto españoles se pueden contar con los dedos de la mano y, en muchos casos, se trata de actores que se han pasado al otro lado. Algunos, como Paco Pino, han llegado a fichar hasta 2.000 caras nuevas para una sola película. Estos cazatalentos coinciden en que lo fundamental para empezar no es la interpretación, sino la fotogenia, y que el cine español está falto de actores de mediana edad. Conseguir que un taxista sea un personaje creíble o que un ciudadano anónimo en una cola del paro no desentone con los clientes habituales de esas oficinas le ha costado años al cine español. "Las caras nuevas se han puesto de moda; por eso y porque nosotros tenemos localizados a un montón de actores, lo que supone que tenemos adelantado todo el trabajo, se pide tanto la colaboración de los directores de casting", asegura Elena Arnau, responsable de los créditos de Historias del Kronen y Justino, un asesino de la tercerda edad.

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"¿Ojalá me llaméis, aunque sea para figuración!"

Arnau, que dejó de ser actriz cuando le salió "la primera arruga", asegura que el cine en España necesita intérpretes que no estén quemados, pero recalca que lo fundamental a la hora de ultimar el reparto "es que el director se arriesgue a llevarlos a la pantalla".

Asegura Arnau que las películas españolas se hacían antes con los actores próximos al director o al productor y que gracias a los castings ese círculo se ha ampliado notablemente. "La creación de la Federación de Actores ha permitido, en parte, que se conozca el resurgimiento de la actividad artística en todas las comunidades", dice Arnau desde su despacho en Iberoamericana Films. En su mesa y aledaños hay cerros de álbumes y fotografías de actores desconocidos.

La fama

Para algunos, Días contados fue la punta de lanza del movimiento que ha revalorizado esta profesión. Paco Pino, cordobés de 28 años, responsable del reparto de la película que dirigió Imanol Uribe, aún no se ha repuesto del boom que provocó el filme, en el que se relata la cara humana de un etarra. "Hay momentos en los que todavía me siento presionado, tanto por los directores como por los propios actores. Se creó la sensación falsa y estúpida de que de mí dependía que alguien fuera famoso y el acoso fue absoluto", dice.

Pino reconoce que cuando Uribe le pidió hacer ese reparto se le apareció la Virgen, pero que pasó un tiempo que no podía contestar ni al teléfono y que hubo momentos en que no hablaba con nadie que no se dirigiera a él en estos términos: "Pero, bueno, no te das cuenta del pedazo de estrella que tienes delante". Hubo, incluso, un director que pretendió que le hiciera el casting por teléfono y en una noche.

Ahora, más relajado y con muchos proyectos en su agenda, cuenta que, además de seleccionar el reparto, su trabajo consiste en hacer un seguimiento total de los actores prearándoles exclusivamente para el papel que tienen que interpretar. "No me quedo en la búsqueda. Una vez que el director da el visto bueno les hago una puesta a punto, como hice con Silke y con Ruth Gabriel en sus primeras películas".

Como director de actores, se define como, "muy metódico". No acepta películas en las que no disponga de más de tres meses para preparar los créditos. "En el primero, no doy resultados al director, sólo hago entrevistas y pruebo a los actores con una secuencia del guión; en el segundo, realizo las primeras cribas, y el tercero lo dedico a la dirección de actores". Sus condiciones no son aceptadas por todos los directores. "Muchos tienen absolutamente claros los protagonistas y dejan que nosotros decidamos sobre el resto del reparto". Tierra, Malena es un nombre de tango y Sí, bwana son las tres últimas películas para las que ha trabajado, y ahora prepara otra con Imanol Uribe.

Para Pino lo fundamental es la imagen de los seleccionados. No hall ningún otro criterio. A veces, cuando encuentra al personaje que busca, siente "como una descarga". A Emilio Buale le encontró en el metro. La conversación que sostuvo con el desconocido fue más o menos así: "Esto no pasa nunca, pero a veces pasa, y a ti te ha tocado. ¿Te gustaría hacer una prueba para una película? Te juro que no es broma". Buale pasó el examen y consiguió el papel de emigrante en Sí, Bwana.

Lo que menos soporta este acreditado cazatalentos es la actitud de algunos representantes, especialmente aquellos que tratan de meter a varios actores en el mismo paquete. "Son como agentes de bolsa o de ganado. Simplemente, se les olvida que ellos trabajan para los actores, y no al revés".

El reparto de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto no lo hizo ningún director de casting. Agustín Díaz Llanes tenía claros los personajes principales: Victoria Abril, Federico Luppi y Pilar Bardem. Es más, de México se trajo a los policías mexicanos. El resto lo hizo el propio director con José Luis Escolar y Charly Lázaro, sus ayudantes de dirección. "Ellos tienen muy buen ojo para los actores. Los extras hicieron las pruebas vestidos con una ropa parecida a la que deberían llevar en la película", recuerda Díaz Llanes.

Cree el director de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto que el cine en España está a años luz del americano. JFK tenía un casting bestial, y aquí siempre te faltan opciones. Hay muy buenos actores, pero pocos. Falta sobre todo gente de 30 a 50 años. Se necesitan físicos que no haya visto nunca nadie y que cumplan con la imagen que necesitas para tu película". Los castings para Díaz Llanes son una cosa complicada, en los que uno se deja guiar por su intuición, aunque luego se equivoque.

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