Guinea es Babilonia
Para dos millones de jamaicanos, África es su Jerusalén, la tierra de la que fueron arrebatados por los blancos y a la que sueñan con volver. Hace unos días, haciendo un reportaje en la isla caribeña sobre los rastas -esos tipos con trenzas que fuman ganja o marihuana, cantan reggae y creen que el difunto Haile Selassie es el mesías negro-, escuché muchas veces la frase: "Yo no soy jamaicano, ni caribeño, ni americano. Soy africano, y hasta que pueda volver a mi patria me consideraré un exiliado en Babilonia". La mayoría se quedaba ahí, pero algunos, como el pintor Colin F., añadían: "Nunca he ido a África, ni deseo hacerlo. Sé que sufriría una terrible desilusión".África, en efecto, no es ese paraíso de la narcosis de ganja de tantos jamaicanos; ni tan siquiera puede decirse que sus habitantes vivan mejor que los caribeños descendientes de esclavos. El hambre, la guerra, el despotismo y la corrupción son el pan nuestro de cada día en demasiados países del continente negro. Una de esas babilonias para africanos en su tierra primigenia se llama Guinea Ecuatorial.
Ensimismados en su apasionante situación política, los españoles han prestado poca atención a lo ocurrido en los últimos meses en la que fue su única colonia subsahariana. Cabría incluso añadir que, aunque la política española fuera tan aburrida como la suiza, muchos de ellos no le habrían hecho demasiado caso a las nuevas tropelías cometidas por Teodoro Obiang Ngema. Hace ya anos que, convencidos de que ese país era un pozo sin fondo donde se quemaba su dinero para el único provecho de tiranuelos como Macías y su sobrino Obiang, relegaron a Guinea al último rincón del subconsciente colectivo.
Y sin embargo, la vida continúa en Guinea, lo que quiere decir que continúa el sufrimiento de su pueblo. El pasado 25 de febrero, las elecciones presidenciales estuvieron a punto de conceder al candidato único Obiang más sufragios que electores. Desde aquel nuevo acto de la siniestra versión guineana de Ubú rey, la caza de opositores para su tortura en comisaría vuelve a ser el deporte favorito de los esbirros de Obiang. Uno de los últimos en sufrir el calvario ha sido el socialdemócrata Amancio Nse, cuyo testimonio recogió ayer en este periódico Alfonso Armada.
Eurodiputados del PP, PSOE e IU solicitaron la pasada semana en Namibia la firme condena de la farsa electoral guineana y el completo boicoteo del régimen de Obiang. Tan digna, firme y unánime propuesta, efectuada en el marco de una reunión de parlamentarios de África, Asia, el Caribe y la Unión Europea, no prosperó debido al rechazo de bastantes africanos y algún que otro francés. Lo último se explica por Jacques Chirac, siempre benévolo con los déspotas de los países africanos donde París tiene viejos intereses o, como en Guinea, recientes ambiciones. Recuérdese que Chirac tuvo le culot de enviar un telegrama de felicitación a Obiang por su victoria electoral.
Tenían razón los eurodiputados españoles: el tiempo de la paciencia con Obiang está largarnente agotado. Lo confirma la misiva que Juan Eyene Okwa, director de la televisión de Obiang, acaba de enviar a varios medios españoles. Eyene Okwa afirma que "los eternos agitadores de la vida guineana" -la oposición democrática- han recibido "nuevas instrucciones de sus amos" -los demócratas españoles- para actuar como "una plaga" a fin de que los habitantes del país no puedan disfrutar de las riquezas petroleras descubiertas en su territorio.
Señor Eyene Okwa, sepa usted que mucho nos complacería que todos los guineanos -no sólo Obiang- pudieran beneficiarse de los miles de barriles diarios de crudo que van a producir los pozos de su país. Pero para ello su Gobierno debería ser elegido sin palizas, detenciones y pucherazos. Sólo así uno podría recomendar a Colin F. y otros amigos jamaicanos visitar Guinea con alguna posibilidad de encontrar esa tierra africana de libertad y justicia con la que sueñan en su exilio en la Babilonia caribeña.
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