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El calvario de los 'oscars'

Las estaciones de dolor -o, al menos, de molestias- que deberá recorrer esta tarde (madrugada para ustedes) una estrella, desde el momento en que salga de casa hasta su regreso al hogar después de la gala de los oscars, es de alivio. Tiene que estar lista a las tres de la tarde, hora en que la limusina la recogerá en su casa. Antes habrá tenido que ingerir un piscolabis, porque transcurrirán muchas horas hasta que pueda comer algo. Para los sedientos y aquellos que necesitan un trago, los choferes de limo tienen una buena despensa consistente casi siempre en litros de agua y soda, hielo, cerveza, champán Cristal, Jack Daniels y vodka Absolut.La segunda estación suele consistir en quedarse en un atasco durante tres cuartos de hora, y no un atasco cualquiera, sino de limusinas, que ocupan mucho más sitio. Es la única ocasión en el año en que los famosos que viven en las opulentas colinas descienden al corazón de la ciudad, poblado por emigrantes chicanos, negros pobres y asiáticos.

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La llegada al Dorothy Chandler Pavillion es el momento más importante, aunque no lo parezca. Sobre todo para una mujer, a quien se le reconoce el estilo por la forma en que sale del coche. Los expertos aseguran que quien mejor lo hacía, aunque no era una actriz, era Jacqueline Kennedy Onassis, a quien seguramente entrenaron los servicios secretos. A continuación se produce el primer show, que consiste en recorrer sólo 150 metros de alfombra roja en 30 minutos y responder a las preguntas de los periodistas, que suelen consistir en una sola: ¿Quién le ha hecho el vestido?

Las estrellas se sientan generalmente en la parte delantera de la sala y aquellas con probabilidad de oscar cerca de los pasillos, para hacer más accesible su subida al escenario. Como la gala es retransmitida en directo por televisión, por mucho pipí que tenga la más glamourosa de las estrellas deberá aguantarse hasta que se produzcan las pausas para publicidad, momento en que saldrá disparada hacia los lavabos, mientras su puesto es ocupado por un extra que llenará los huecos para los planos generales. Los ganadores disponen sólo de 45 segundos para dar las gracias desde el escenario. El año pasado, Martin Landau, ganador al Oscar al mejor secundario por Ed Wood, se enrolló de tal modo -es un batallitas Cebolleta- que la música tuvo que cortarle a base de chimpunes. Lo que sigue, para el ganador, es un rápido pase por varias salas de prensa para responder a las preguntas que le hagan los periodistas, y una vez terminado este agotador intermedio, recorrerse varias de las fiestas que se dan después de la entrega, mayoritariamente benéficas.

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