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El teatro de La Fenice reanuda sus actividades, bajo una carpa de circo

Venecia abre su temporada con un modesto 'Don Giovanni'

Una carpa de circo mal situada y de escasas condiciones para la lírica es la única casa que el teatro La Fenice, destruido, totalmente por un incendio el pasado mes de enero, ha podido encontrar en la ciudad de los canales. En esa precaria sede, que la alojará durante al menos el próximo año y medio, el teatro de Venecia inauguró ayer su temporada con el Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart, como estaba pro gramado desde antes del incendio. La velada fue un homenaje al tesón de la compañía, aun que el resultado artístico resultara, por fuerza, modesto.

La carpa, bautizada con el nombre de PalaFenice, tiene 1.108 butacas tapizadas en rojo y se encuentra en Tronchetto, una punta de tierra que se adentra en la laguna al fondo del canal de la Gludecca, rodeada de fábricas, de grúas y de uno de los grandes aparcamientos que reciben los coches de los visitantes antes de que se adentren en el centro histórico. Es un lugar aislado y muy distante de la placita vecina a San Marcos donde La Fenice histórica sigue mostrando sus muros descarnados y ennegrecidos entre los que algunos obreros retiran todavía leños quemados y mantienen las obras de apuntalamiento.Ambos recintos, el de lona y el que ardió en enero, fueron conectados simbólicamente anoche mediante dos rayos láser que, partiendo de sus respectivas localizaciones, se cruzaban en el cielo. No fue lo único simbólico de una velada que no resiste juicio que no sea él de las buenas intenciones.Precariedad

Todo es precario en el PalaFenice, desde la estética, que choca con cuatro molestas columnas de tubo, a la acústica, heladora e incapaz de alzar el vuelo, pasando por la luminotecnia, encomendada a un sistema pobre de focos situados a la vista del público. El escenario es mediano, pero carece de medios técnicos y requiere pantallas y otros medios que contengan la dispersión del sonido.

Debido a todo ello, Achim Freyer, director de escena, que al parecer había ideado un Don Juan fastuoso, ha tenido que contentarse con un telón negro y cinco mamparas del mismo. color sobre las que se leen los números VI y XII, para recordar el preciso límite de 24 horas que envuelve el drama. El vestuario es colorido y caricaturesco, con una Doña Elvira en fucsia vivo, dotada de una gran pechuga de plástico, un comendador en camisón o un Leporello vestido de payaso.

Cada personaje se mantiene pegado a una pantalla, como si fuera un muñeco, que hace girar para entrar y salir de escena. El resultado está más próximo a una versión de concierto gesticulada y con trajes que la un verdadero espectáculo de teatro lírico. Un plantel joven de cantantes, en el que destacaron Michele Pertusi, como Don Juan, e Ildebrando d'Arcangelo, como Leporello, hizo lo que pudo, dadas las condiciones, bajo la batuta de Isaac Karabchevsky. El público, lleno de personalidades como en las grandes ocasiones, aplaudió el valor de cuantos aceptaron un desafío casi imposible, a fin de que la orquesta, el coro y todo el personal de La Fenice pueda seguir trabajando.

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