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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ya está bien

EL EX POLICíA y delincuente convicto José Amedo ha podido ser útil a muchos en sus particulares batallas políticas o personales. Pero es un insulto a la sociedad española que este personaje, condenado a 108 años de prisión por seis asesina tos frustrados, cumpla su sentencia sin pisar la cárcel desde hace ya más de catorce meses por colaborar con la justicia. Cuando alguien pretende manejar a su conveniencia a las instituciones del Estado, éstas tienen el inexcusable deber de pararle los pies. Las declaraciones de Amedo ayer ante el juez Móner, desdiciéndose de una parte sustancial de cuanto sostuvo ante el juez Garzón, revelan una vez más que maneja su testimonio acusatorio según le convenga.No hay duda de que su revisión o arrebato mnemotécnico de ayer es, ante todo, un intento de rescatar los 200 millones de pesetas que fueron depositados en un banco suizo y que se encuentran congelados. De repente ha sabido que no proceden de los fondos reservados del Ministerio del Interior -como declararon su mujer y la de Michel Domínguez-, sino de un supuesto fondo de solidaridad de empresarios vascos cuya existencia habría descubierto hace sólo cinco días en virtud del relato que le hicieron dos de los benefactores, cuyos nombres no revela por motivos de seguridad, durante una comida en un restaurante cuyo nombre tampoco revela por motivos, qué menos, de seguridad.

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Y el secuestro, de Segundo Marey no fue un error, como venía asegurando, sino una acción dirigida a captarle a éste como informador de la policía por su cercanía a la empresa Sokoa, que funcionaba como tapadera de parte de la infraestructura etarra en el sur de Francia.

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Ya es, hora de acabar con la farsa del señor Amedo, sus desplantes a la, inteligencia, sus tomaduras de pelo a la justicia española y su matonismo. Amedo miente. O mintió ayer o mintió antes. O posiblemente haya mentido siempre. Y la credibilidad que algunos le han otorgado no puede ya sustentarse más que en una candidez insólita o en la complicidad interesada. Porque hay sincronías muy sospechosas, que en parte podría explicar un libro de reciente aparición en el que se relata cómo Amedo y Domínguez contrastaron las declaraciones que iban a realizar ante al juez Garzón con un libro sobre los GAL escrito por Melchor Miralles, bajo el muy celoso asesoramiento del director del diario El Mundo.

En todo caso, no se trata aquí de juzgar la deontología de ciertos periodistas. Se trata de poner coto a la intolerable impertinencia de un condenado a. 108 años que se pasea por Madrid libremente,protegido por guardaespaldas que paga el erario público y se permite contar a los jueces versiones diferentes sobre unos mismos hechos cada vez que le viene en gana. La paciencia tiene un límite, y Amedo lo ha. superado con creces de forma sistemática. Por respeto a la justicia, pero ante todo a la sociedad española en su conjunto, va siendo hora de que el señor Amedo recapacite en la cárcel sobre cuál es la versión real de todas las que ha proferido.

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