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Entrevista:MARCO PALACIOS - HISTORIADOR COLOMBIANO

"Los que buscan tumbar a Samper no son mejores que él

El investigador afirma que la violencia en su país se debe a la falta de legitimidad de sus instituciones políticas

LUIS PRADOSTras recibir el reconocimiento académico con su obra ya clásica El café en Colombia 1850-1970 ,(1979), Marco Palacios, (Bogotá, 1944), conoce ahora el éxito de público con su libro Entre la legitimidad y la violencia. Colombia 1875-1994, que se ha convertido en un best-seller en su país. Doctor por Oxford, profesor visitante en España y EE UU e investigador actualmente del Colegio de México, Palacios destaca la "amoralidad" de la actual clase política colombiana y no duda en afirmar: "Los que buscan tumbar al presidente Samper no son mejores que él".

Pregunta. Vargas Llosa comienza su novela Conversación en la catedral con esta pregunta de Zavalita, su protagonista: "¿Cuándo se jodió el Perú?" ..."¿Y Colombia?

Respuesta. Aceptar que el país de uno ya se jodió supone una elección moral previa que no quisiera hacer ahora. Pero no me cabe duda de que el sistema político colombiano está bastante podrido, y anda rezagado de las actitudes y expectativas de una Colombia más moderna, urbana y dinárrúca.

P. ¿Por qué se ha convertido la violencia en una constante de la historia colombiana?

R. Como tantos otros países, Colombia recibió los impactos de la revolución liberal del siglo XIX. Asuntos como el contenido real del mandato popular, las relaciones Iglesia-Estado, la propiedad de la tierra, las relaciones del naciente Estado nacional con provincias de origen antiguo y en las que ya se habían consolidado tradiciones políticas peculiares, desataron guerras, produjeron constituciones y subculturas sectarias, ajenas a la alternancia democrática de poder. Ese sectarismo nunca desapareció, lo que trajo una doble polarización: liberal-conservadora y de los de abajo contra los de arriba. En el plano de las instituciones, la salida se dio mediante dictaduras modernizadoras (19481958); en el plano popular estalló una violencia sectaria y anárquica.

P. Una violencia que se cobra 35.000 muertos de media al año.

R. Los índices de criminalidad de los últimos 10 años demuestran que el Estado no puede asegurar el derecho a, la vida de los colombianos. En la raíz está la bajísima estima por las instituciones. Algunas tan fundamentales para la convivencia democrática como un poder judicial independiente, auxiliado por una policía moderna, perdieron la confianza de vastos sectores de la población en un momento crítico, cuando padecimos esa tragedia nacional que llamamos La Violencia (1945-1965), que en muchos lugares tuvo características de guerra civil. Dos de sus efectos más nefastos aún se sienten: la pérdida de nexo entre moralidad y acción política y entre acción política y participación ciudadana. Por eso cuando resurgen la guerrilla o aparece el narcotráfico o se disparan las tasas de asesinatos -nuestro cuadro clínico desde los años setenta-, tenemos, algo más que los índices de Violencia más altos del mundo. Tenemos un gigantesco déficit de legitimidad política.

P. ¿Podría concretar los efectos políticos de este proceso?

R. La violencia agudizó el miedo al pueblo y a la movilización democrática. Exaltó el orden a cualquier precio: desde 1948, Colombia ha vívido la mayor parte del tiempo bajo estado de sitio. Las guerrillas, las más longevas de América Latina, han sido un buen pretexto. La izquierda electoral carga con todo tipo de asociaciones con esas guerrillas, las que establece y tolera ella misma y las que les atribuyen sus adversarios. En estas condiciones, la derecha fascistoide justifica su apoyo a bandas paramilitares y la derecha electoral se queda sin mucho terreno. El vacío es llenado por un Partido Liberal clientelar que se parece más y más al PRI mexicano.

P. ¿Cómo está afectando el narcotráfico a la economía?

R. Estamos ante una actividad de naturaleza antiestatal. Además de criminal, es librecambismo y liberalismo económico en su mayor grado de pureza. Debilita más a un Estado de por sí débil. Impide, por ejemple, hacer proyecciones. realistas sobre el ingreso de divisas. Pero más grave aún, en Colombia vivimos esta esquizofrenia: los narcodólares son buenos, pero sus dueños no. Lo cierto es que desde hace más de 20 años los narcopesos circulan por todas las estructuras del capitalismo colombiano y han corrompido el sistema político.

P. El narcotráfico está en el corazón de la actual crisis política. ¿Es una crisis constitucional?

R. La crisis no es constitucional, sino de liderazgo. El narcotráfico es la punta del iceberg. La actual generación de políticos es amoral, antiideológica. Cree en la encuesta diaria antes que en cualquier principio. Está mostrando un grado de canibalismo pasmoso. Algunos, montados en la ola de la presión diplomática de EE UU, usan como pretexto la financiación de la campaña del presidente Samper. Pero el rencor contra el presidente proviene de que en la campaña se dejaron al desnudo vicios que todos han tolerado. Los que buscan tumbar a Samper no son mejores que él, ni en el plano moral ni en el intelectual. Pero se han encontrado con que Samper se aferra a la presidencia como el náufrago a la tabla.

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