Precisiones
He leído con interés el artículo El héroe de Gernika, de Miguel García Posada, publicado el 4 de marzo. En él hace referencia al reciente Fallecimiento del general Galland. Aunque el artículo contenga algunas reflexiones más generales de cierta amargura, queda el reproche de que el difunto general hubiera participado en bombardeos contra la población civil en la guerra civil española, y no obstante, con motivo de su entierro, las Fuerzas Armadas federales le hubieran rendido homenaje como si la actual RFA aprobara sin crítica también los delitos militares de la época nazi.Permítanme que haga algunas correcciones al respecto -no en mi función oficial, sino como persona interesada en la historia de la época-. La guerra civil española es un hecho de la historia de España, no de la historia alemana. Un sinnúmero de soldados de muchos países, no sólo alemanes o italianos, participó en los acontecimientos militares, pero las órdenes operativas procedieron de la parte española y se ejecutaron bajo responsabilidad española. Por tanto, esta parte de la historia ha de ser asumida por los españoles. Como alemán, lamento profundamente la participación de alemanes en las acciones bélicas, sobre todo en la muerte de inocentes. Esto es aplicable, en particular, en relación con Gernika.
Galland, ciertamente, tuvo poco que ver con esto. Durante sus escasamente diez meses de participación en la guerra civil fue jefe de escuadrón del Ala de Caza 88, ocupando el monoplaza de caza He 51. Galland nunca voló un bombardero en acción y ni, según mi conocimiento, una sola vez participó en ataques contra la población civil.
Como soldado alemán, Galland tomó parte, naturalmente, también en la Segunda Guerra Mundial. Aquí destacó por su valor personal ante el enemigo. Sin embargo, como organizador de la defensa del Reich, se enemistó con Goering, renunció a su cargo y devolvió todas las condecoraciones. En la primavera de 1945 estuvo bajo arresto domiciliario y esperaba ser llamado ante un consejo de guerra. Debido a su fortaleza de carácter y su comportamiento militarmente intachable, Galland mereció también el reconocimiento por parte de las potencias vencedoras. Después de la guerra era uno de aquellos oficiales que como representante de una nueva Alemania democrática pudo orientar a los supervivientes hacia nuevos caminos. Sus años tras la guerra mundial los dedicó Galland al proceso de reconciliación con los antiguos adversarios. Estos hechos fueron la causa por la que las Fuerzas Armadas federales asistieron al entierro del general Galland formando un cortejo de honor de 30 soldados. Alemania nunca ha negado su implicación en los trágicos acontecimientos de los años treinta y cuarenta. También Galland asumió la responsabilidad de su actuación. Retrospectivamente, la valoración de la acción militar durante épocas tan trágicas siempre resulta problemática. Pero habría sido mejor si, en el artículo, en lugar de difamar a Galland, hubiera apreciado también su carácter, su valor y su disposición de reconciliación.-
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