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Volatineros y camorristas

Corte / Esplá, Liria, Carrión

Toros del Conde de la Corte (dos devueltos por inválidos; 2º, sobrero), bien presentados, inválidos casi todos, broncos en general. 6º, segundo sobrero, de Antonio Ordóñez, chico, manso, manejable.

Luis Francisco Esplá: estocada y tres descabellos (silencio); estocada, rueda de peones y descabello (silencio). Pepín Liria: estocada (oreja); tres pinchazos, rueda de peones y cuatro descabellos (algunas palmas). Mario Carrión: pinchazo, estocada trasera perdiendo la muleta, cinco descabellos -aviso- y descabello (silencio); estocada corta escandalosamente baja y rueda de peones (silencio).

Plaza de Valencia, 9 de marzo. 2ª corrida de feria. Dos tercios de entrada.

Los toros condesos salieron volatineros, de este tenor: saltaban veloces a la arena, embestían furiosos al peonaje y, de repente, hocicaban, metían la cornamenta en la arena, pegaban una limpia voltereta. Luego a duras penas se rehacían y armaban camorra.

Malos pasos llevan los toros condesos. Históricos donde los haya, orgullosos de su estirpe Conde de la Corte -un señorío, un a educación- han devenido en volatineros, maneras propias de gañanía, gente de bajá estofa. Dicen de estos toros que vienen de los corrales del Tío. Picardías y todo el mundo lo da por seguro.

El que abrió plaza lucía el esplendor característico de los toros condesos: terciado, armónico, una cornamenta desarrollada y vuelta. Visto de frente daba la sensación de que iba a coger en brazada el pienso servido por el mayoral o al diestro puesto por la empresa, según momentos o apetencias. Visto por cualquier lado honraba a su madre la vaca y a su madre el semental, pues lucía los genes de su alcurnia. Sólo le faltaba el collar con la corona condal.

Fue el único toro de pura casta condesa, pues al resto ya se les advertían cruzas plebeyas . Además dos volvieron al corral a causa de su invalidez Y no es que los otros mostraran mayor consistencia, pero disimulaban mejor las taras o la autoridad prefirió no darlas excesiva importancia, por no devolver la corrida entera.

Sobre feos, broncos. La bronquedad constituyó una de las características de la condesa grey, con dos excepciones: un toro de Pepín Liria, uno de manolo Carrión. No es que sea muy exacto el dictamen. En la fiesta taurina cualquier juicio está sujeto a revisión. Póngase un toro determinado y será bueno o malo según el torero que lo lidie.

El toro de Liria daba la sensación de manejable y cuando el valeroso diestro murciano se fajó con él, lo citó cruzado, lo embarcó en la muleta sin pérdida de terrenos ni de nada, acabó pareciendo pastueño. El toro de Carrión también se pronosticaba boyante y cuando el diestro valenciano lo citó fuera cacho, vació hacia afuera y perdió terrenos, acabó pareciendo malo.

El sobrero que hizo sexto -ya hierro Antonio Ordóñez-, manso declarado en varas, llegó dócil a la muleta y Manolo Carrión tampoco lo supo torear, ni con la derecha en tres tandas ni en la que ensayó con la izquierda. Muchos toreros del actual escalafón y muchas viejas glorias probablemente se habrían puesto golosos al observar la mansa nobleza del sobrero...

El segundo de Liria resultó ser un inválido indecente y acrecentó la indecencia tanto el empeño de Pepín Liria retándole en plan comando suicida como un sector del público aplaudiendo semejante miseria. El lote de Luis Francisco Esplá llevaba escondida en el fondo de sus entrañas la traición.

Los toros condesos de Luis Francisco Esplá querían pegarle una cornada en la ingle, bien que de uno en uno y por orden de salida. Esplá los lidió con sabiduría, no exenta de abuso, y los banderilleó guapamente. Al primero le ensayó derechazos y naturales, lógicamente sin confiarse ya que embestía incierto. Al, cuarto de la tarde lo fijó de capa empleando auténtico poderío y después permitió a su picador que le pegara al toro una paliza salvaje.

Encerrándolo en tablas, frenético perneao para concentrar la fuerza en el puyazo brutal, mucho botar el culo en la silla, el picador le estuvo rajando el espinazo a placer, mientras Esplá contemplaba consentidor aquella carnicería.

Antes volatinero y finalmente camorrista cual ninguno, ese toro llegó a la muleta rebañando ingles y femorales, y Luis Francisco Esplá, que las quiere conservar íntegras, se lo quitó de en medio. Hizo bien: nadie quería tragedias. Y, además, venía un frío glacial. Torero que abrevia en tardes gélidas es el favorito de la afición.

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