"Bergamín es una herencia perdida"
ARCADI ESPADA, La imaginativa erudición de González Casanova observa a Mahler y Bergamín, esos dos protagonistas de la cultura europea, afrontando un mismo trance: la crisis de la idea de Dios.
Pregunta. Dos libros en dos meses. Sobre dos tipos, además...
Respuesta. ¡Ya ve, gemelos, a los 60 años!
P. El centenario de Bergamín ha pasado para muchos casi inadvertido.
R. Muy poca cosa, en efecto. Alguna paginita en los diarios y monografías en El Ciervo y en Revista de Occidente. Pero es que Bergamín tiene pocos aliados, incluso entre los intelectuales católicos. Gentes como Aranguren y Lloreng Gomis mantienen con él muchas distancias.
P. ¿Por qué?
R. Bueno, no se puede olvidar que Bergárnín da su apoyo al Gobierno de Negrín, al Gobierno del Partido Comunista; que es un hombre que ve al pueblo español en armas, que ve en la guerra civil una lucha entre el bien y el mal, y que clama contra la Iglesia blasfema, contra la falsa cultura, y que ve la verdad en el pueblo puro, en la voz analfabeta. Y en fin, es un hombre que impugnará luego, muchos años después, la propia Monarquía democrática. Bergamín es un impertinente y un inoportuno.
P. ¿Con:poco lugar en nuestro presente?R. Por supuesto, no puede negarse. La moderación racionalista ve muy mal a Bergamín. Lo comprendo: es un hombre que vivió su vida como un sueño, como una leyenda o como un poema. Bergamín nos habla de cuestiones muy radicales, esotéricas incluso. Es una herencia perdida. Y es lógico que sea así en una España entregada a la modernización. Imagínese qué pensaría Bergamín ahora si mucho antes de morirse ya se sentía como peregrino en su patria, como un exiliado interior que iba recogiendo ramos de flores del pasado. No, no queda nada. Sólo queda una llamada, una apelación a su resurrección.
P. ¿Cuál fue su voz política concreta?
R. Socialista y federal. Pero, claro, de un socialismo que nada tiene que ver con el de aquel que llamaba "un zarzuelero revoltorso".
P. ¿Zarzuelero?
R. Sí, por el estribillo de La revoltosa, por el "¡Ay Felipe de mi vida!..."
P. Bergamín tiene una idea peculiar de lo español.
R. Lo ve, en síntesis poética, como la depuración de los tres momentos fundamentales, el barroco, el romanticismo y el simbolismo. Bergamín piensa, en aparente paradoja, que el español es tan español que quiere dejar de serlo. Él piensa en una españolidad expansiva, universalista, entre otras cosas, porque cree que el cristianismo supone la liberación de la raíz nacionalista.
P. ¿Mahler y Bergamín?
R. Mire, Bergamín representa en los años treinta lo mismo que Mahler representaba en la cultura finisecular vienesa. Ambos encaran la crisis de la idea de Dios. Podemos decir que Viena y Toledo son las puntas de un cruasán imaginario, de una media luna...
P. ¿Está improvisando?
R. Ja, ja, bueno sí, aunque nunca se acaba de improvisar sobre estas cosas. Mahler y Bergamin plantean sobre todo la necesidad de un retorno a las fuentes de la divinidad en un mundo que ha declarado la guerra a Dios.
P. Usted es un socialista apartado...
R. Sobre todo apartado...
P. ¿Cómo ve el mundo, el inmediato mundo?
R. Se han perdido años fundamentales para la revitalización cultural. Estamos dominados por la frivolización. Y vamos cuesta abajo, camino de la desaparición de nuestra historia cultural. Me parecen bien las discusiones sobre la necesidad de preservar el Estado de bienestar. Pero ese Estado ha de preservar sobre todo el bienestar espiritual. España hoy es un pueblo desalmado y desarmado, moralmente desarmado. Perdone el juego de palabras, a lo Bergamín, pero fue él quien me enseñó a pensar y a escribir.
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