Un caso de inteligencia emocional
¿Es Aznar un maldito? A veces se expresa como si lo fuera. "Estoy vivo porque me han despreciado", afirma en El País Semanal. ¿Pero lo dice con gratitud o con rencor? Ésa es la cuestión. Por otra parte, la gente más cercana a él lo califica de sujeto "extraordinariamente normal", lo que constituye una contradicción en los términos. Ser "extraordinariamente normal" parece tan disparatado como ser moderadamente intemperante, medianamente desmesurado o, en otro registro, como no ser supersticioso porque da mala suerte. No obstante, insisten. Así, uno de sus colaboradores afirma: "Es muy gente corriente, a veces en exceso". ¿Cómo puede uno excederse en ser corriente sin dejar, de serlo? Hay algo patológico, difícil de atrapar, en todo esto.Sin embargo, lo cierto es que Aznar ha logrado compatibilizar la extravagancia con la naturalidad, como si quisiera apoyar la aseveración de Borges de que la realidad pertenece al género fantástico. Su adversario principal, en cambio, intenta hacer un vídeo, expresionista y le sale un producto costumbrista de posguerra. Lleva razón Rajoy: al PP le habría resultado facilísimo sacar a González abrazando efusivamente a Roldán o abrasándose la mano por Mariano Rubio. Pero el PP se ha convertido en un partido Fundamentalista de la no crispación, de manera que Aznar es brutalmente normal en los mítines y Rajoy rabiosamente moderado en sus respuestas a Ciscar, que está que muerde. Y esto cala en el electorado, sobre todo si se aliña con un poco de victimismo literario: "Nos hemos construido en el desprecio de los otros".Entre tanto, fanáticos de la normalidad como son, ya van filtrando que cuentan con Galindo para un cargo antiterrorista. El PSOE lo ascendió y el PP lo coloca. Esto, como la frase de Aznar sobre si los GAL hubieran tenido éxito, no es más que un guiño a la gente normal, que es muy partidaria de la doble moral; por eso detesta que metan a Barrionuevo en las listas, porque es como meter a la querida en casa. A la gente normal le gusta que cada cosa esté en su sitio y que haya un sitio para cada cosa. A lo mejor, en un ataque de normalidad excéntrica, Aznar compensa la desaparición del Ministerio de Cultura con la creación de un Ministerio Antiterrorista. Sería normal, ¿no?, ya que el terrorismo está tan institucionalizado como la agricultura y, Galindo aparte, no descubren nuestros líderes otro modo eficaz de combatirlo. La asistencia masiva a la manifestación de ayer en Madrid no era sino el reconocimiento de que la minoría criminal nos ha rodeado.En cualquier caso, lo importante es que en medio de la retórica inherente a toda campaña electoral empiezan a aparecer significados importantes, el más llamativo, quizá, el de la nueva época de normalidad extravagante y perturbadora, aunque con tarifa fiscal de tres tramos, que se nos viene encima. En el próximo mitin Aznar debería aclararnos si odia a quienes le han despreciado, lo que sería normal, o si les está agradecido, lo que no sería raro. Por eso, Felipe, que no te enteras, le van a votar los que están en contra de la cerveza y a favor de ella, porque las dos cosas son normales, incluso en el interior de un mismo sujeto. Lo decía ayer, en este periódico, Daniel Goleman: la inteligencia emocional puede ser, en la consecución del éxito, más importante que el cociente intelectual. O sea, que a lo mejor les falla el cociente, pero en esta campaña tie nen la inteligencia a cien.
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