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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Espectro de Weimar

EN LA República de Weimar se celebraron entre 1930 y 1933 tres elecciones legislativas. A la tercera se impuso Hitler y la democracia optó por su autodestrucción. El ejemplo histórico de las postrimerías de la primera república alemana ha sido recordado últimamente con aprensión, sin duda muy exagerada, en Italia, en el momento en que se encaran las terceras elecciones de los últimos cuatro años con pocas esperanzas de que se abra la vía hacia la ya mítica II República italiana y la refundación de un Estado sobre bases sólidas y no continuamente cuestionadas.Nadie pretende que la democracia se halle en serio peligro de una súbita defunción en Italia, como ocurrió con el régimen alemán de entreguerras. Bien distintas son las condiciones de crisis social y económica que atravesaba la Alemania de Weimar y la crisis fundamentalmente política que atraviesa la República Italiana. Pero sí es verosímil un hundimiento de las instituciones en la irrelevancia, para lo que Italia ha demostrado secularmente una excelente disposición, y este hundimiento puede ser ciertamente un equivalente de la muerte lenta, por anemia de las instituciones y por falta de vitalidad de la propia sociedad para vivificarlas. En ese contexto de indefinición, bloqueo e incapacidad política constituyen amenazas indudables fenómenos como el populismo televisivo que la derecha italiana cultiva al amparo de Silvio Berlusconi. Este empresario es una pieza clave para comprender este proceso tan preocupante como inevitable, que entre otras originalidades ha producido la homologación democrática del posfascista Gianfranco Fini.

Desde 1992, Italia ha tenido tres gobiernos denominados técnicos, porque no se basaban en una mayoría parlamentaria unida en torno a un programa de consistencia política, sino en la mera necesidad de ganar tiempo e intentar establecer las bases para la citada renovación del Estado. Y la última de estas experiencias, que dura ya 14 meses, ha respondido a la mera imposibilidad de que en el Parlamento se forme una mayoría para sostener un Gabinete. Es como si a la generación de políticos corruptos de la que ya se llama I República italiana hubiera sucedido en esta II República, aún no nacida, una generación de meros funcionarios, lugartenientes y políticos adolescentes que no terminan de dar la talla y hacen aún mayor el peligro potencial de una inquietante aparición de los llamados líderes de nuevo tipo.

La mayoría de los sondeos indica que de las elecciones convocadás para el 21 de abril emergerán unas cámaras muy parecidas a las actuales y que seguirá siendo igualmente difícil formar Gobierno. El problema se resolvería con una reforma de las instituciones, entre las que resulta indispensable una ley electoral que elimine la dispersión del voto y aglutine las fuerzas políticas en opciones capaces de gobernar con estabilidad. Pero esas reformas requieren a su vez mayorías cualificadas y acuerdos amplios de consenso, además de una clase política más decidida a asumir el reto histórico al que se enfrenta la Italia de hogaño.

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A estas alturas, las elecciones eran ya la única alternativa. En las negociaciones para evitar las se han desplegado todos los intereses particulares y los juegos de poder, y se ha reflejado también una implacable fragmentación del país y de sus fuerzas políticas que bloquea toda auténtica visión reformadora. De ahí que sólo quede esperar a que de las urnas salga algo parecido a un milagro. Si, como es probable, no es el caso, habrá que volver a empezar, con serio peligro de que los protagonistas- se empantanen de nuevo en querellas inútiles o en unas llamadas negociaciones que hasta ahora han. resultado poco aleccionadoras para la ciudadanía. Y que el cansancio de la política y la corrosión de las convicciones democráticas avancen todavía un grado más en la conciencia de la gente. Italia es uno de los grandes pilares de la Europa democrática, y en muchos aspectos, un laboratorio social y político. De ahí que sean extremadamente preocupantes para todos sus dificultades para renovar y modernizar sus instituciones democráticas.

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