Con convicciones, sin sectarismo
Queríamos a Francisco Tomás y Valiente por muchas razones. Quizás la primera de todas fuese que se trataba de una persona cortés, afable, pacífica. Gustaba de estudiar, de indagar, de argumentar. Por eso fue un excelente historiador del Derecho y desempeñó luego, con eficacia, prudencia y equilibrio, la responsabilidad de magistrado y presidente del Tribunal Constitucional. Acostumbraba a analizar los problemas abierta y desapasionadamente y tenía el valor de defender sus convicciones con firmeza, pero sin sectarismo. Poco a poco, por la proyección de su cargo, pero sobre todo por sus. cualidades personales, había llegado a convertirse en una, referencia simbólica, tanto de la Constitución Española de 1978, como del orden de convivencia instaurado por ella. En cualquier caso, la Democracia -la convivencia en la tolerancia y el respeto- tenía en él un ferviente defensor.Parece absurdo que todo aquello que nos ha llevado a querer y admirar a una persona pueda haber sido, justamente, lo que haya inducido a sus asesinos a matarle.Lo han hecho cuando el profesor estaba en su despacho, sin que el más elemental respeto a la inteligencia les haya impedido llevar la sangre y el dolor al seno del Alma Mater y del Tribunal Constitucional.
Todos deseamos que esa sinrazón acabe. Pero, mientras reciba algún tipo de aliento, proseguirá, y si, más allá de la consternación, la muerte de Francisco Tomás nos deja alguna enseñanza es la de que cualquier cosa que aliente el terrorismo tiene funestas contrapartidas.Este artículo está firmado por el presidente y todos los magistrados del Tribunal Constitucional.
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