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ETA GOLPEA EN MADRID

La última entrevista

"El precio de todos los errores se lo cobra ETA en vidas humanas, única moneda que conocen los terroristas", declaró hace un mes el jurista

El suplemento dominical de EL PAÍS publicó el pasado 14 de enero, un mes antes de que fuera asesinado, una entrevista con Francisco Tomás y Valiente. En ella se le definía como un hombre que hacía honor a su segundo apellido, en referencia a la libertad con la que siempre hablaba, incluso en los momentos más comprometidos. Él lo explicaba así: "Soy votante del PSOE, ideológicamente afín, pero nunca pierdo mi independencia. Y no veo ningún inconveniente en decir lo que quiera decir, incluso cuando lo qué diga pueda beneficiar al PSOE. Si no, parecería que en este país sólo se es libre para discrepar de y no para estar de acuerdo con". A continuación aseguraba que, incluso, se sentía obligado a decir lo que pensaba: "Cuando has visto un poco el Estado desde dentro, tienes la sensación de no desentenderte nunca del todo de una cierta responsabilidad, que yo personalmente siento".En aras de esa responsabilidad, de la defensa de un Estado de derecho para todos,Tomás y Valiente propició desde la presidencia del Tribunal Constitucional que sedeclarara parcialmente inconstitucional la Ley Antiterrorista, el precepto que permitía la detención gubernativa durante 10 días. "La Ley Antiterrorista facilitaba algunas acciones fronterizas con la legalidad, el Código Penal y la Constitución, y el Tribunal Constitucional asumió esa tarea", dijo.

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La tarde en que se realizó la entrevista, Tomás y Valiente sonreía ante dos tazas de café y un platito con trufas mientras contestaba a las preguntas. Que algunas fueran de difícil respuesta no variaba un ápice su actitud, una especie de generosidad punteada de sentido del humor que lo envolvía como una aureola. Tenía una virtud: tras hablar con él las cosas quedaban más claras a base de resaltar su complejidad. Era un maestro de la verdad, de las dificultades que ésta presenta, de sus múltiples aristas. Eso hacía posible que su interlocutor acabara creyendo que su reflexión era la acertada.

Quería dejar claro que el partido con, el que estaba ideológica y sentimentalmente comprometido había cometido errores

-"primero te encuentras con el caso Filesa, un asunto que acaso puedes encontrar en otros patios de vecinos, pero que está ahí; luego te encuentras con los problemas de Interior y con los GAL. Esos hechos, al menos en parte ciertos, y algunos gravernente ciertos y gravemente escandalosos... "-, y en parte por eso se mostraba pesaroso de no haber aceptado la insistente oferta que le hizo Felipe González para ser ministro de Justicia tras las elecciones de 1993: "Las cosas se pusieron difíciles para el Gobierno y entonces, hombre, te queda esa especie de sensación de si yo podía haber ayudado".

No echaba de menos el poder. Estaba contento de su trabajo en la Universidad Autónoma de Madrid, con sus clases de Historia del Derecho, enseñando a los jóvenes, entre los que sus mejores alumnos eran mujeres, según decía. Era algo que no sucedía unos años antes, cuando pidió una excedencia en la Universidad, y mucho menos en su etapa de catedrático en Salamanca. Tal vez su vocación más fuerte era ésa, enseñar. Pero sus aficiones eran variadas y le extrañaba que alguien pudiera pensar que al dejar la presidencia del Tribunal Constitucional encontrara la vida menos atractiva.

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Contra esa idea se rebelaba. "Aún me quedan muchos libros que escribir y muchas cosas que hacer". Y muchas películas que ver. De adolescente le fascinó Rita Hayworth. "Pero ahora, de mayor, la que me gusta es Emina Thompson, una chica que no es muy guapa, pero es atractiva; tiene ese atractivo que la inteligencia presta a algunos rostros". Hablaba de cualquier cosa, y de todas con gusto. Sabía disfrutar de la vida, como buen mediterráneo. Y nunca olvidó su tierra. Precisamente la víspera del día en que sufrió el atentado que le costó la vida había cenado con el ministro Joan Lerma, que fuera presidente de la Comunidad Valenciana.Era un hombre seguro de su autoridad moral, que nadie le negó nunca, y de ello se derivaba esa necesidad que sentía de explicar en la prensa lo que pensaba. Son muchos los artículos que Tomás y Valiente ha publicado en este periódico. Siempre al hilo de la actualidad más viva, más complometída. Y siempre ha mediado con el diálogo o estableciendo las pautas de un compromiso.En la última entrevista, decía que el tema de los GAL y los cásos de corrupción le habían producido un dolor que reconocía: "Las afinidades ideológicas producen ese efecto, al menos en mi caso". Pero p ara poner las cosas en su justo término añadía: "Es verdad que hay un desprestigio de las instituciones, pero me da la sensación de que están muy arraigadas cuando están aguantando lo que está cayendoDe todos modos se mostraba convencido de que "todo esto [los escándalos] que se está aclarando no se hubiera aclarado nunca si el PSOE hubiera perdido las elecciones en l993". "Me parece bien que algunas de estas cosas estén en sede judicial. Lo que pasa es que hay también un mecanismo de sincronía. Uno se pregunta por qué ahora se persiguen y se rasga las vestiduras la sociedad española y no se perseguían esos hechos cuando más o menos estaban ocurriendo".

Sobre el juez Baltasar Garzón, a quien ayer le tocó levantar su cadáver tras el asesinato, Tomás y Valiente también tenía ideas propias: "Un juez no es lo mismo que un catedrático de Universidad, porque tiene el poder en sus manos, él mismo es poder judicial. Y como lo tiene, no es bueno que al dejar de ocupar un cargo político vuelva a ejercer ese poder tan cualitativamente distinto, tan importante. Sin embargo, fino'conocedor de la naturaleza humana, en otro momento de la entrevista puntualizaba: "Me parece que cuando nombras a una persona como número dos por la lista electoral por Madrid se le hacen concebir esperanzas- y expectativas razonables de un cargo público importante. Quizá hubiera sido bueno no defraudar esas expectativas".

Vivía en un piso donde el único lujo eran los libros, que literalmente forraban todas las paredes de la casa. En una mesita del cuarto de estar, pero detrás de una puerta, es decir, discretamente situada, una serie de condecoraciones mostraban el largo trayecto profesional de este hombre. Cerca del balcón, una foto de su hija sosteniendo entre los brazos a una niñita: la nieta de Tomás y Valiente. Ésos eran los bienes terrenales de la ultima víctima de los terroristas.

"Fiat justitia et pereat mundus [Hágase justicia y perezca el mundo]", escribió en unártículo publicado en este periódico en diciembre. Y explicaba: "Hágase justicia para que el mundo no perezca, para que en él se pueda vivir en paz, porque la justicia que para realizarse arrastra al mundo a la destrucción no es justa. Y no es en los tribunales, punto final y no inicial, donde ha de resolverse el problema de ETA. Antes lo hemos de resolver nosotros, todos los demás. ( ...) Reconstruyamos ese bando, el del lado de acá de la línea divisoria, y no lo debilitemos ni con crímenes, injustificables ni con negociaciones precipitadas. Por que el precio de todos esos errores (...) se lo cobra ETA en vidas humanas, única moneda que conocen los terroristas".

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