"En la industria catalana ha habido más imitadores que innovadores"
Doce años. Ése ha sido el tiempo que ha requerido el Museo Nacional de la Ciencia y la Técnica de Cataluña (MNACTEC), ubicado en Terrassa, para abrir sus puertas. Su puesta en marcha ha venido a llenar un hueco importante no sólo para la historia catalana, sino para la española. No en vano sus 22.000 metros cuadrados de exposición recogen los símbolos que, en los dos últimos siglos, han cambiado la imagen del país: los de su industrialización. Eusebi Casanelles, director del museo, confía en que el MNACTEC, el primero de este tipo en España, ayude a comprender cómo se gestó la sociedad industrial y cuál ha sido su evolución hasta nuestros días.
Pregunta. ¿Qué elementos definen al MNACTEC?
Respuesta. Los museos están concebidos para preservar testigos históricos que permitan conocer mejor la historia. En nuestro caso, se trata de ver cómo se trabajaba o cómo se vivía antes a través de una máquina o un objeto industrial.
P. El museo nació con vocación científica. Sin embargo, domina claramente la técnica.
R. Podríamos discutir si realmente existen museos de ciencia. La ciencia no es otra cosa que el experimento realizado con un objeto.
P. La técnica aplicada, en cualquier caso.
R. En efecto. Lo que pretendemos no es enseñar qué es el papel o el téxtil, sino cómo fue posible llegar hasta esos objetos. Queremos dotar a los instrumentos, máquinas o utensilios de su verdadera dimensión social, una dimensión que cambió al mundo.
P. ¿Dónde empieza y dónde acaba la historia en este museo?
R. Empieza a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, que es cuándo se allana el camino hacia la revolución industrial. Aún faltaba mucho para la llegada del Factory System, la metodología que científicos e historiadores sitúan en 1830 y con la que arranca esta revolución.
P. ¿Por qué empezar a contar la historia un siglo antes?
R. En el siglo XVIII se da una explosión demográfica que se acompaña de una gran reactivación económica y del asentamiento de una fuerte actividad comercial. Ello permite, un siglo más tarde, abrir las puertas a la industrialización.
P. ¿Qué objetivos persigue?
R. Queremos que la gente sepa cómo se tejía o cómo funcionaban las máquinas energéticas, pero también mostrar lo que sólo se encuentra en las empresas y darle su verdadera dimensión social. Se trata de convertir en objeto cultural elementos que forman parte del tejido productivo e industrial de un país.
P. ¿Qué va a encontrar el visitante?
R. El museo, sobre todo, se centra en los aspectos centrales de la industrialización. Por ello va a encontrar desde maquetas interactivas que reproducen antiguas máquinas energéticas, hasta máquinas de vapor, motores, molinos de viento o ruedas enormes como las utilizadas en los molinos papeleros, además de escenografías de situaciones del trabajo cotidiano.
P. ¿Qué joyas existen en la colección?
R. Por ejemplo: el motor de explosión Escuder, el primero que se construyó en España y se anunciaba en prensa en 1881, sólo seis años después de su patente. Su valor no es su singularidad, sino que ayuda a explicar que en Cataluña más que buenos innovadores, abundaron buenos imitadores que aportaron mejoras a máquinas y procesos. La industria mecánica catalana no se atrevió, por lo general, a innovar sino a asimilar. Pero más que objetos singulares, nos interesan los objetos representativos, aquellos que explican el acelerón que supuso la revolución industrial; un acelerón que llega hasta nuestros días y provoca que la gente muera en un mundo distinto del que nació.
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