_
_
_
_
_

A cerebro abierto y los sentidos despiertos

Bellvitge aplica una técnica para preservar el habla en casos de tumor cerebral

Milagros Pérez Oliva

El enfermo sabe que tiene un tumor cerebral. Y que debe extirparse lo antes posible. Su vida depende de ello. Pero sabe también que la operación es delicada, porque, con la extirpación del tumor, pueden dañarse zonas muy sensibles del cerebro. Por ejemplo, las que controlan el habla. Por eso, cuando el neurocirujano Gerard Conesa le habla desde detrás de la mascarilla en el quirófano, animándole, ni siquiera piensa que está con todos sus sentidos despiertos, pero con los sesos al aire, a cerebro abierto."Comprendo que la idea de tener el cerebro expuesto pueda impresionar, pero los pacientes saben que se juegan mucho en esta prueba y la toleran muy bien", explica Gerard Conesa. "Cuando el tumor se encuentra próximo al área del cerebro donde están las funciones del lenguaje o la motricidad, cabe la posibilidad de que la extirpación provoque secuelas graves. Por eso es importante poder saber dónde se encuentran estas funciones exactamente".

"La cirugía del cerebro", prosigue, "se orienta por una serie de marcas anatómicas de distribución espacial de las funciones, pero estas indicaciones deben concretarse en cada enfermo; primero, porque las funciones del lenguaje pueden tener una ubicación diferente en cada persona, y segundo, porque el propio tumor ha podido desplazarlas".

Se trata de hacer en cada caso un mapa cerebral individual. Hasta ahora se han hecho mapas de tres funciones: memoria, lenguaje y funciones sensitivo-motoras. Gerard Conesa y su equipo fueron, en 1990, pioneros en España en realizar los primeros mapas de las dos últimas. "El mapa de la memoria reciente, que es la que permite aprender cosas nuevas, es mucho más complejo y no ofrece todavía total seguridad", precisa Conesa.

La técnica no es sencilla. En el caso del lenguaje existen dos posibilidades: hacer las pruebas fuera de quirófano o durante la intervención de extracción del tumor. En el primer caso se opera al paciente para implantar sobre la superficie de su cerebro una manta de electrodos y se vuelve a cerrar la cavidad craneal dejando la manta dentro, conectada al exterior por unos cables. Al cabo de unos días se realizan las pruebas.

E! paciente debe realizar unos ejercicios de lenguaje mientras el neurocirujano estimula los diferentes electrodos. Cuando la estimulación provoca una alteración del habla, se puede observar, por la ubicación del electrodo implicado, la parte donde se encuentran las funciones del lenguaje.

El otro procedimiento consiste en realizar exactamente la misma prueba, pero en quirófano, durante la operación y a cerebro abierto. Primero se anestesia al paciente para practicarle una craneotomía. Luego se le despierta y, con el cerebro expuesto, se va aplicando sobre su superficie un estimulador cerebral. De nuevo la alteración del habla del paciente permitirá identificar las zonas del lenguaje. Una vez realizado el mapa, se le anestesia de nuevo y se le extirpa el tumor.

La operación puede impresionar, pero no duele en absoluto. "El cerebro no tiene terminaciones sensitivas de dolor, por tanto, la implantación de la manta sobre la masa cerebral no produce ninguna sensación", explica Gerard Conesa. La diferencia entre uno y otro procedimiento es sustancial. Si la prueba se hace en quirófano, la estimulación permite identificar puntos que sólo distan un milímetro, mientras que en la manta implantada los electrodos están a una distancia de un centímetro.

El mapa de las funciones motoras puede hacerse con el paciente completamente anestesiado. En este caso se aplica un estímulo eléctrico sobre un órgano, por ejemplo la mano, y se observa qué parte del cerebro se activa.Resonancia magnética

Estas técnicas están indicadas en aproximadamente uno de cada 20 pacientes con tumor cerebral. El equipo de Bellvitge realiza un promedio de un mapa cada mes. Pero, a pesar de su indudable beneficio, se trata de una técnica invasiva que representa un riesgo. Por eso, Gerard Conesa trabaja ahora, conjuntamente con Jesús Pujol y Antoni Capdevila, del Centro de Resonancia Magnética Pedralbes de Barcelona, en la validación de una nueva técnica que permita realizar el mapa cerebral con la misma precisión pero sin necesidad de tener que abrir el cráneo.

Los primeros cuatro casos publicados han merecido el Premio Ramón y Cajal a la mejor publicación científica. Gerard Conesa ha efectuado el mapa por la técnica descrita, mientras Pujol y Capdevila lo hacían por resonancia magnética funcional: cuando se realiza un movimiento o se utiliza el lenguaje, el área del cerebro que controla estas funciones absorbe mayor cantidad de oxígeno. Al absorber más oxígeno se produce una mayor concentración de un tipo de hemoglobulina que puede captarse en imágenes."Se trataba de comprobar si el mapa resultante coincidía en ambas técnicas. De momento hemos comprobado que la coincidencia es total en la identificación de las zonas que controlan la motricidad. En el caso del lenguaje, en cambio, por resonancia magnética sólo hemos podido definir de momento cuál de los dos hemisferios es el dominante. Pero seguiremos investigando", concluye Gerard Conesa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_