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Apoteósica corrida del cincuentenario

Xajay / Gutiérrez, Mejía, Ponce; Serrano

Diez toros de Xajay (uno para rejoneo, tres de regalo), presentables. Jorge.Gutiérrez: silencio; silencio; vuelta Manolo Mejía: oreja; pitos; ovación. Enrique Ponce: ovación y salida al tercio; petición y vuelta; oreja. El rejoneador Ramón Serrano: abucheo.

Mejía ganó el trofeo Luis Procuna al triunfador de la tarde.

Monumental Plaza México, 5 de febrero. Corrida del cincuentenario. Lleno.

Pese a lo diverso de estilo del encierro de Xajay, donde predominó la mala calidad, los alternantes, con su coraje, pundonor y recursos, lograron que la corrida del cincuentenario -la más larga de su historia pues duró cuatro horas y 55 minutos- fuera apoteósica.Enrique Ponce terminó conquistando a la afición metropolitana que, con un cerrado aplauso, le obligó a no abandonar el anillo cuando ya había terminado la lidia ordinaria. Aunque se llevó el peor lote, pudo con. sus malos oponentes. Con gallardía peleó con el tardo y probón tercero hasta meterlo al engaño. Al huidizo sexto lo veroniqueó con parsimonia y sin moverse. Con donaire hizo su tarea en el último tercio. La máxima atracción de la faena al toro que regaló, y que por su mansedumbre no tenía un pase, fue el embeleso de su señorial toreo y el espectacular volapié.

Manolo Mejía vino decidido a reconciliarse con el público "de su plaza" y lo consiguió. Tanto el segundo astado, que era una hermana de la caridad por su bondad, como el toro que regaló recibieron arrastre lento. En ambos destacó al lancearlos y banderillearlos excelentemente. Los toreó con tersura, corriendo suavemente la mano en maravilloso temple. Al quinto, que cojeaba y no humillaba, le hizo la, lucha sin lograr nada. Al finalizar el festejo recibió el trofeo Luis Procuna al triunfador de la tarde-noche.

Jorge Gutiérrez se esfórzó por sostener su buen cartel. Tuvo detalles con el fijo primero, lidiado a la usanza española y también desaprovechó el delicioso recorrido del cuarto. A ambos cornúpetas les aplaudieron en el arrastre. Prolongó mucho su labor con el aplomado toro que regaló, pero a base de encimismo lo enceló sacándole suertes de mucho dramatismo.

El rejoneador Ramón Serrano fracasó por sus desaciertos en los rejones de castigo, en las banderillas y por la torpeza de dejar que el morlaco se estrellara contra su jaca. El peón retirado Antonio Casillas, único sobreviviente de los toreros que inauguraron la plaza, fue ovacionado y obligado a dar una vuelta al ruedo.

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