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Casa o cama

Amas de casa y prostitutas, los papeles y modelos femeninos más recurrentes del reciente cine español

"Me cae de puta madre porque está en la cárcel por sus propios méritos". De esta guisa se despacha una de las protagonistas de Entre rojas, película de Azucena Rodríguez que de forma casi extraordinaria escapa al empeño cinematográfico de asociar el género femenino a los fogones o a las fogosidades masculinas. En prisión o en cualquier otro lugar, en el cine español más reciente, las mujeres parecen obligadas a la resignación de no aparecer caracterizadas de entrada como profesionales dignas de figurar en las ofertas de empleo, salvo en las páginas de relax, "por sus propios méritos".¿Ama de casa, prostituta o estudiante? Básicamente y salvo obligadas excepciones, los papeles encarnados por mujeres en el año del aclamado despegue del cine español han quedado circunscritos a estas tres profesiones. En 1995, cerca de dos millones y medio de espectadores más que el año precedente se acercaron a las salas de exhibición para ver una película sin doblar y sin subtítulos (9 millones en total). Pese al hecho de que las mujeres españolas superan en número a los hombres en las universidades y a que cerca del 50 % de las menores 45 años participan de forma activa en el mercado laboral a tiempo total, poco o ningún reflejo ha tenido en las pantallas.

"Lo que llama la atención es que las mujeres interpretan personajes que no sirven de modelo para nadie. Frente a caracterizaciones masculinas más o menos envidiables, los femeninos son papeles que pueden elegir muy poco, no tienen alternativas. Carecen de amigos, profesiones o, simplemente, de cosas que hacer", dice Celia Valiente, socióloga y colaboradora de la red de expertos europeos sobre la mujer y el Estado del Bienestar.

Tomando en consideración las películas más taquilleras, amas de casa o actrices dedicadas a labores de limpieza y fregado han aparecido como personajes centrales en La flor de mi secreto de Pedro Almodóvar (con la salvedad de que también es una escritora, eso sí, oculta), El día de la bestia de Alex de la Iglesia, La pasión turca de Vicente Aranda o Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto de Agustín Díaz Yanes.

Izas, rabizas y subempleos fronterizos se han dejado ver en Boca a boca de Manuel Gómez Pereira y en Nadie hablará.... Profesiones indefinidas cerca del escaparatismo, yonquis, desheradas o en formación estudiantil se presentan en Two Much de Fernando Trueba, Antártida de Manuel Huerga o Historias de Kronen, de Montxo Armendáriz. A modo de salvedades a medias, en Entre rojas, la protagonista está en la cárcel por culpa no propia sino de las aficiones políticas del marido y en Justino, un asesino de la tercera edad, del dúo La Cuadrilla, simplemente apenas se aprecian, quedando relegadas a papeles muy secundarios.

Las dos únicas excepciones notables corren a cargo de dos películas curiosamente ambientadas en el pasado. La ley de la frontera, de Adolfo Aristaráin, presenta a una periodista a principios de siglo, y Tierra y libertad habla de las correrías de las guerrilleras anarquistas en la Guerra Civil. En este último caso, una de ellas no se libra de terminar preparando el rancho de la brigada internacional en tierras aragonesas.

Para la directora de cine Pilar Miró, lo importante es que las mujeres que aparecen -independientemente de la labor profesional que se le atribuye-lo hacen protestando y no en la actitud sumisa de antes. Al lado de este argumento añade otra explicación casi de carácter técnico: "La mujer en el cine se ha convertido en una transgresora, como quizás también lo es en la realidad y la transgresión es siempre de uso dramático obligado".

En el mismo sentido razona Azucena Rodríguez al reconocer que ella en su cine no busca retratar la realidad sociológica, "sino la pasión, mediante una necesaria distorsión, para que el espectador se reconozca por medio de los afectos en lo que se está contando". La necesidad de buscar personajes en el extremo donde más fuertes son los conflictos sería, desde este punto de vista, lo que determina este tipo de papeles.

La presidenta de la Asociación de Amas de Casa de Madrid, Josefina Trillo-Figueroa, formula su particular admonición: "No entiendo ese empeño exagerado por dramatizar la situación de las que nos dedicamos al hogar. Es mucho más trágico el problema de la mujer trabajadora que debe sufrir la doble esclavitud del marido y el jefe".

"La supuesta rebelión que se plantea es bastante falsa y cerca de la cultura hispánica de la queja permanente", dice la socióloga Celia Valiente. "No se ve que las mujeres de cine salgan de su agujero. Rebelión ¿por qué? ¿Porque dicen muchos tacos? No se aprecia que gasten sus energías en salir de su situación, en diseñar una estrategia".

La directora Chus Gutiérrez (Alma gitana) prefiere apuntar a la mayor: "Hay una historia que está por contar. Vivimos en una sociedad dominada por la figura masculina y lo más cómodo, incluso para criticarlo, es que la mujer siga siendo lo que siempre ha sido a los ojos del hombre".

Sin embargó, una mujer-personaje del año pasado consigue culminar con éxito su revolución: logra que el verbo echar "eche la hache por la ventana". Victoria Abril en Nadie hablará... sale del infierno con un escueto Graduado Escolar.

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