_
_
_
_

La Comisión asume que la decisión sobre la moneda única será "política"

Xavier Vidal-Folch

La Comisión Europea reconoció ayer públicamente que la decisión final sobre qué Estados ingresan en la moneda única será "una decisión política". Aunque formalmente el Ejecutivo de la Unión Europea continúa y continuará defendiendo el "cumplimiento estricto" de los criterios de convergencia de Maastricht, Bruselas ha empezado a evolucionar hacia su interpretación flexible, a cambio de no tocar la fecha de inicio de la tercera fase de la unión monetaria (1 de enero de 1999). Es la tercera vía que se abre camino, entre los enemigos del euro y la interpretación restrictiva del Tratado, reiterada ayer por Bonn.

Más información
El artículo de Giscard

La decisión sobre la criba de los países que ingresarán en el euro la tomarán los 15 jefes de Estado o de Gobierno en un Consejo Europeo o cumbre especial a principios de 1998. Hasta ahora, Alemania, el Ecofin, la Comisión y el Instituto Monetario Europeo (IME) se mantenían cerrados en banda en la interpretación ultraortodoxa o restrictiva del Tratado de la Unión, sobre todo en lo referente al techo permitido de déficit, el 3% del PIB, y se negaban a asumir que la decisión final de los Quince será política más que matemática, contra lo que defendió uno de los partidarios de la tercera vía, Carlos Solchaga, en el simposio recién clausurado en Bruselas.Pero ayer Klaus Van der Pas, portavoz del presidente de la Comisión, Jacques Santer, reconoció que el veredicto será político, y lo justificó diciendo que "como toda decisión que toma el Consejo Europeo, es una decisión política". Incluso en él sinuoso lenguaje comunitario, una decisión política es aquella en cuya formación no sólo entran en juego los datos económico-matemáticos a palo seco, sino también otras consideraciones.Balones fuera

El portavoz echó balones fuera al ser interrogado sobre si Santer compartía la propuesta flexibilizadora lanzada el jueves por otro de los cabecillas de la tercera vía, Valéry Giscard d'Estaing, con sistente en detraer del cálculo del déficit, final el impacto de una eventual recesión. "No se puede jugar con los criterios de convergencia, hay que respetarlos, no se puede interpretarlos de cualquier manera, porque eso sería abrir la caja de Pandora y crear el caos", dijo. Otros altos funcionarios de la Comisión confirmaron que su cúpula ha iniciado una evolución hacia la interpretación flexible. Pero dudan de que ni Santer ni el comisario de Asuntos Monetarios, Yves-Thibault de Silguy, lo reconozcan públicamente, por lo menos hasta que se acerque en el tiempo la decisión final, para evitar que ello induzca a una relajación en las políticas nacionales de rigor presupuestario.

La nueva convicción más política y más flexible del ejecutivo comunitario se basa en que, aunque Alemania defiende que el cumplimiento de los criterios es más importante que el calendario, en el último minuto cambiará de posición. El argumento decisivo es que, si fracasara la unificación monetaria, se dispararía la cotización del marco, con grave perjuicio para las exportaciones alemanas.

De modo que si el grado de convergencia "es suficiente" -que prosiga la reducción del déficit aunque un candidato no consiga bajarlo al 3% por unas pocas décinías-, el canciller Kohl antepondrá su interés económico de fondo y también su aspiración política de convertirse en el padre de la unificación monetaria europea. El precedente es la unión monetaria interalemana, al tipo de un marco occidental por uno oriental, aprobada por motivos políticos contra las objeciones técnicas del Bundesbank.

Pero mientras llegue el momento de la verdad, el Gobierno de Bonn mantendrá la ortodoxia a marchamartillo. El ministro de Exteriores alemán, Klaus Kinkel, respondió ayer a las propuestas de Giscard y a la "parada de reloj" sugerida y luego rectificada por su colega español Carlos Westendorp, aunque sin mencionarles: "Suavizar los criterios o posponer el inicio de la tercera fase tendría efectos políticos y económicos drarnáticos". Kinkel dijo que su país está preparado para una unión monetaria con pocos países, pero añadió que Francia debería estar entre ellos.

Ocurre sin embargo que la propuesta de Giscard ha levantado las orejeras de muchos. Hasta ahora se reconocía que el criterio de deuda era flexible y se aprobó a Irlanda porque aún incumpliendo el techo del 60% se había aproximado a él. Pero Giscard es el primero en destacar que el artículo. 104-C del Tratado también permite la flexibilidad para ,el criterio de déficit por Causas excepcionales.

La relevancia de la nueva actitud de fondo de la Comisión, aunque públicamente sólo la insinúe i estriba en que la cumbre de 1998 tomará su decisión en base a dos informes, uno suyo y otro del IME. El presidente de éste, Alexandre Lamfalussy, manifestó al Frankfurter AlIgemeine que no habrá peligro de división monetaria "si son sólo uno o dos los países que no acceden inicialmente a la moneda única". Lamfalussy añadió que el aplazamiento de la UEM sería "un shock político y económico" y pondría en peligro la credibilidad de todo el proceso de integración europea.En un foro internacional sobre política agrícola, Lamfalussy se opuso a que se haga responsable al Tratado de Maastricht de las secuelas dolorosas de la consolidación fiscal en los países de la UE. "El regreso a una sólida política presupuestaria", afirmó, "urge también sin Maastricht. Cargar sobre generaciones futuras las deudas de hoy se ha convertido en una práctica enormemente extendida que no tiene ya justificación". Para el presidente del IME, son tres los desafíos: La correcta selección de los países que formarán parte de la moneda única, la relación entre los países que queden fuera y la prevención de conflictos entre la política económica y la fiscal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_