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Tribuna:A LA INTEMPERIE
Tribuna
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Deleites solitarios

Juan José Millás

Ignacio de la Vega, director general del caballo de carreras belga más famoso de Madrid, afirmaba el otro día que el asunto podía parecer pintoresco, pero que tenía sentido. En un esfuerzo sobrehumano por aclarar ese sentido, añadió que el animal irá vestido a todas partes con las siete estrellas de la Comunidad y que en el camión en el que se desplace de un concurso a otro figurará la leyenda "Comunidad de Madrid". Se ve que inmediatamente después de esta explicación él mismo comprendió que la historia parecía más absurda que antes, así que argumentó a continuación que otras regiones como Galicia y Valencia apoyaron barcos de vela que participaron en la Copa de América. Si alguien no ve la diferencia entre un barco y un caballo o entre Valencia y Madrid al primer golpe de vista es mejor dejarlo por imposible. Lo malo es que, ya embalado, aseguró también que si lo del solípedo funciona a lo mejor se plantean avalar a un equipo ciclista (no aclaró de qué nacionalidad). Da miedo oír las. cosas que se pueden avalar en un ataque irracional de patrocinio belga. Suele decirse que para distinguir a un belga de un francés en un aeropuerto no hay más que fijarse en cuál de los dos es el que echa miguitas de pan a los aviones. O sea, que de los belgas se cuentan en Europa los mismos chistes que de los leperos en España. A lo mejor, el director general del caballo belga más famoso de Madrid se ha contagiado de ese clima un poco surrealista del país centroeuropeo y toda esta historia se resuelve finalmente en que se trataba de un chiste de Lepe contado en flamenco. En cualquier caso, si el caballo belga Madrid (se llama así, qué lío) consigue una medalla en Atlanta, Bruselas alcanzará una proyección universal enorme y sus productos se venderán en todas partes y al director general del cuadrúpedo lo enviarán a barrer las pistas del aeropuerto de Barajas, donde tendrá la oportunidad de echar miguitas de pan a los aviones, que es lo suyo. Pero como hay que ver el lado bueno de las cosas, me apresuro a destacar que gracias a todas estas informaciones sobre el semental de Gallardón hemos aprendido que una dosis de semen de caballo destinada a la inseminación artificial se llama pajuela. La información, leída en estas mismas páginas, no aclaraba si el sustantivo, de resonancias onanistas, aludía al modo en que se le extrae la sustancia seminal al bicho o qué.

El caso es que empieza a resultar un poco preocupante la fijación de los políticos del PP por la cosa ecuestre y por el onanismo. Acuérdense de. la estatua de Carlos III que el municipio dejó caer de cualquier manera en la Puerta del Sol, y a la que hay que dar trece o catorce vueltas para saber lo que pone en la peana. Si yo fuera director general de caballos de la Comunidad llegaría a un acuerdo con el director general de estatuas del Ayuntamiento para cambiarles el semental belga por la estatua del rey alcalde. Y en viaría a Atlanta el caballo, de piedra, que es más duro, y tiene incorporado un jinete con más títulos que el de Alba. Naturalmente, vestiría a Carlos III con las siete estrellas de nuestra bandera y en el camión donde se desplazara la escultura de un concurso a otro figuraría la leyenda "Comunidad de Madrid". Además de eso, borraría la inscripción actual de la peana y pondría, por orden alfabético, una relación de todos nuestros productos agrícolas y artesanales, que es de lo que se trata. La estatua perdería todas las competiciones, sin duda, porque es muy parada, pero la gente le daría trece o catorce vueltas para leer la inscripción y nuestros productos alcanzarían fama alfabética universal.

Ya sé que esto que digo puede parecer una pajuela mental, pero si los directores generales se las hacen sin ningún pudor delante de los informadores, también los ciudadanos de a pie tenemos derecho a echar una canita al aire de vez en cuando, aunque se trate de una cana onanista. El deleite mental solitario está muy bien porque sirve para ponerse en comunicación con uno mismo. Lo que queda fatal es que un momento de placer solitario belga de un director general madrileño le cueste 100 kilos al contribuyente, con lo bien que le vendrían a García Loygorri, el de Medio Ambiente, para arreglar el horno de residuos clínicos, que dice que no tiene dinero. Y no es por ver la pajuela en el ojo ajeno, sino porque a lo que no hay derecho no hay derecho. Dicho esto , y para que no haya lugar a equívocos, viva Bélgica.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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