Vargas el elegante
Todo en este cantaor respira elegancia, desde su manera de vestir a su compostura, sus gestos y hasta su rechazo a la complicidad con cierto sector exaltado y atosigante de aficionados. Elegante fue la interpretación de la mariana, la toná-liviana y la petenera, cantes híbridos los tres que requieren un especial tratamiento para no perder carácter flamenco. Miguel Vargas viene poco a Madrid y es una pena para su afición, porque merecía que se le escuchase más a menudo y en mejores condiciones.Pertenece a esa generación de cantaores de Sevilla rondando la cincuentena y en la que ocupa un puesto destacado. Domina un amplio número de palos. Posee recursos encomiables de voz, dicción clara y lo que se conoce con el término fuelle, es decir, una notable capacidad de resistencia y expresión melismática. Además, durante su juventud se codeó en Madrid con algunas de las máximas figuras de la época como Juan Varea o Pericón de Cádiz, de las que supo extraer, las mejores enseñanzas, y de las que siempre suele acordarse.
Rincones flamencos
Miguel Vargas, cante y El Mami, toque. Peña Chaquetón, 19 de enero. Madrid.
Pese a que la escena de esta ocasión no era la idónea, ni mucho menos, permitió que el cantaor de la Puebla de Cazalla cantase hasta hartarse, aunque no para hartarnos, ya que su recital supo a poco tras finalizar con unas rondeñas en recuerdo de Rafael Romero El Gallina, su compañero en el mítico tablao Zambra de la calle Ruiz de Alarcón. Pero lo memorable de la noche de Miguel Vargas fue la malagueña de Chacón: "A qué niegas el delirio o el polo con el remate de la bellísima soleá apolá.
Hubo también siguiriyas y soleares, unas con las coplas y los estilos clásicos de Cagancho y José Yllanda y otras con letras modernas del poeta y pintor sevillano Francisco Moreno Galván, autor de casi todos los textos de Menese -en franca recuperación de salud- y a quien Vargas dedicó la siguiriya.
En total ocho cantes nos ofreció este pudoroso artista, quien prefirió hace más de 20 años dejar la Corte para ir a instalarse en su tierra natal, donde ni se ha asilvestrado ni tampoco amanerado.
Babelia
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