Las mentiras de la guerra
La verdad es siempre una de las primeras víctimas de toda guerra. Y aunque en estos casos la mentira es, la mayoría de las veces, una vencedora temporal, cumple perfectamente el papel que se le asigna. Kizliar y Pervornáiskoie lo han demostrado.
La causa oficial de que los guerrilleros chechenos fueran detenidos en Pervornáiskoie fue que supuestamente no cumplieron los acuerdos alcanzados en Kizliar -allí los independentistas liberaron a la mayoría de las 3.000 personas que tenían en su poder y en una caravana de autobuses partieron rumbo a Chechenia llevándose a más de 100 civiles- al negarse a soltar a los rehenes en la frontera.
Las autoridades daguestanas que habían negociado el acuerdo dijeron después que quienes habían incumplido lo pactado fueron los rusos, que deberían haber permitido cruzar la frontera a los guerrilleros y que éstos hubieran dejado en libertad a los rehenes en Novogróznenski.
Ya entonces estaba claro que el Kremlin había decidido aniquilar al comando de Salmán Radúiev, aunque en la operación murieran decenas de inocentes. Pero para borrar de la faz de la tierra a Pervornáiskoie los rusos necesitaban una disculpa, y la inventaron: dijeron que los guerrilleros habían fusilado a seis policías y a seis ancianos locales. Era mentira.
Ahora, Moscú dice haber liberado, con el mínimo de pérdidas, a la mayoría de los rehenes, pero la verdad es que, como escribía ayer el diario Izvestia, la gente que se ha salvado lo ha hecho simplemente por haber tenido la suerte de sobrevivir a los bombardeos de los rusos. Curiosamente, entre los más de 150 cadáveres encontrados en lo que fue el campo de batalla no hay ningún civil: según la versión oficial, son todos guerrilleros. Por lo visto, la tecnología punta de los rusos es realmente extraordinaria: sus bombas y proyectiles pueden distinguir a los buenos de los malos y, por supuesto, aniquilan sólo a los malos.
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