_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El león del Pasok

Andreas Papandreu fue elegido por el destino para superar, en la imaginación popular, la estatura justificable por su propia dimensión política y humana. Hay que pensar en Melina Mercuri y en Mikis Theodorakis (tránsfugas ambos del espectáculo a la política) para hallar a quien, en la historia reciente, haya logrado una comunión tan total con el subconsciente colectivo del pueblo griego. Con limitaciones y debilidades, es un hombre grande que se confunde con GrecIa y, con ello, ha hecho también crecer a una Grecia que, en la antigüedad, representó la grandeza, la democracia y la sabiduría.La nueva juventud que le proporcionó su relación con la ex azafata Dimitra Liani le ha brindado algunos años de vida extra por los que nadie apostaba cuando, a finales de los ochenta, veía su corazón puenteado por los cirujanos. Yo mismo le di casi por muerto cuando, en junio de 1989, le entrevisté en su casa del barrio ateniense de Ekali, en ese periodo loco en el que hicieron falta tres elecciones en nueve meses y una serie de escándalos para que la oposición conservadora, liderada por el eterno enemigo de Papandreu, Constantino Mitsotakis, se hiciera con el poder. Ya entonces, consumido por la enfermedad, se refirió a Dimitra con sencillez y arrobo: "Es mi vida". Y siguió viviendo. Es un superviviente nato. Su actual lucha con la muerte es la enésima prueba.

Más información
El renovador Simitis y el populista Arsenis pugnan por suceder a Papandreu

Sus próximos parecían convencidos entonces de que ni siquiera su férrea coraza de animal político lograría imponerse a su delicado estado de salud cuando el horizonte le reservaba un fracaso electoral y un juicio político y penal por una sucesión de escándalos con acusaciones como "corrupción pasiva" y "encubrimiento de robo". Ahí estuvo la base de una catarsis o limpieza que incluso provocó una alianza de derechistas y comunistas que se conoció universalmente como "pacto a la griega". Pendía sobre él incluso la amenaza de cárcel a perpetuidad. En ese mismo final de la primavera de 1989, Mitsotakis, en una de las campañías electorales más sucias y ásperas que se recuerdan, declaraba a EL PAÍS, casi como una promesa de lo que habría de ser su gestión de Gobierno: "Si Papandreu es culpable irá a la cárcel".Pero cuando estaba más hundido, el viejo león socialista recorrió el desierto sin perder el control de su partido, el Pasok, aplazó la carrera por su propia sucesión, logró que el Supremo le absolviera (aunque por un solo voto de diferencia) y llegó hasta las elecciones de octubre de 19,93 como favorito. Y ganó.

Inició así un nuevo periodo de Gobierno, que unió a los ocho años comprendidos entre 1981 y 1989.

Su peripecia vital se inició en la isla de Chío en 1919 y, en el terreno político, arranca en 1939, durante la dictadura de Metaxas, cuando tuvo su primera cita con la cárcel como castigo a sus veleidades precoces con el trotskismo. Su padre logró sacarle del hoyo y, con 14 dólares en el bolsillo y una mandíbula maltrecha, fruto de la atención que Ie prestaron los torturadores, huyó a EE UU, donde rehízo su vida, se nacionalizó, sirvió en la Marina, llegó a ser jefe del Departamento de Economía de la Universidad de: California, y se casó con una norteamericana, Margaret, que le dio cuatro hijos.

Constantino Karamanlis, que había de ser rimero jefe de Gobierno y más tarde presidente, le hizo regresar a casa en 1961. Tres años después, volvía a ser griego de pura cepa al renunciar a su nacionalidad norteamericana y, en ese mismo año de 1964, su padre le convertía en ministro adjunto al primer ministro. Allí conoció a Mitsotakis, ministro de Economía, Juego apóstata del centrismo y, según el propio Andreas, incluso cómplice con el rey Constantino de la conspiración que derribó a su padre. El golpe de los coroneles de 1967 le volvió a llevar a prisión, de donde salió por la intercesión del presidente norteamericano, Lyndon B. Johnson, quien se refirió a él, con su reconocido lenguaje llano de tejano, como "ese hijo de puta, se llame como se llame". Ese mismo año murió su padre y Andreas, creó el Pak, movimiento de resistencia a la dictadura que incluso defendía la lucha armada. Fue el germen del partido que había de fundar cuando, en 1974, la desastrosa crisis de Chipre, que propició la ocupación militar turca del norte de la isla, hizo caer a los coroneles y abrió paso al retorno de la democracia. Bautizó a su criatura como Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok) y, paso a paso, con una retórica antiimperialista y tercermundista que halló una amplia acogida popular, fue aumentando su fortaleza hasta que, en 1981, con la bandera del allaghi (cambio), llegó al poder. Hizo entonces el milagro de ser pragmático sin renunciar por ello al discurso antinorteamericano, anti-OTAN y anti-Comunidad Europea. Coqueteó con Libia y los movimientos palestinos (terroristas, según la óptica de Washington de entonces), creó fricciones en la OTAN con! sus desafíos al vecino-aliado-enemigo de Turquía en el mar Egeo y se labró una reputación de enfant terrible que los años irían limando, pero no, liquidando por completo.Y, entretanto, forjaba la leyenda entre sus compatriotas. La leyenda de un encantador de serpientes capaz de fascinar no sólo a los convencidos, sino a sus enemigos. La leyenda del seductor, según la cual ninguna mujer por debajo de los 40 podía sentirse segura a su lado, ni siquiera las de sus propios ministros. La leyenda del hábil negociador capaz de explotar la disidencia en la CE o la OTAN. En los mítines, en los de 1989 (cuando perdió) y los del 1993 (cuando ganó), su carisma dejaba a la altura del betún los gestos de un Mitsotakis que perdía miles de votos, cada vez que esbozaba una sonrisa. Tras su última victoria, pudo darse el soberano placer de ver pasar el cadáver de su enemigo, acusado primero de corrupción y desplazado después del liderazgo del gran partido conservador, Nueva Democracia.

En cambio, tuvo que luchar con la evidencia de su propio declinar físico y se refugió, contra la opinión de muchos barones del Pasok, en la juventud de Dimitra, con la que se casó en julio de 1989 y sobre la que, una vez de nuevo en el Gobierno, descargó cada vez más responsabilidades. La convirtió en su jefa de Gabinete y ella no sólo dosificó los esfuerzos del primer ministro, sino que filtró (y hasta dificultó) el acceso a su jefe y líder de dirigentes históricos del Pasok.

En los últimos tiempos, la guerra sucia contra Mimí, como siempre se conoció a esta controvertida ex azafata de la Olimpic Airways, llegó al extremo de que se. publicaran fotografías cuya autenticidad no está comprobada y que la mostraban incluso en poses semipornográficas. Era un paso más allá en una campaña que arranca de hace al menos seis años y que ha convertido los rotundos pechos de Dimitra en los más famosos de Grecia. El rumor apuntaba a que Papandreu pensaba ya en que su esposa se convirtiese en su heredera política. Algo que parece ya imposible. Hoy, tras soltar las riendas del Gobierno, más cerca de la muerte que de la vida, sigue en teoría al frente del Pasok y hay quien piensa que sobrevivirá, gracias más a su espíritu que al milagro.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_