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Entrevista:

"La CIA no intervino en la ejecución de Ernesto Guevara"

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIALPocas horas antes de su ejecución sumaria el 9 de octubre de 1967 en un rincón de Bolivia, el guerrillero Ernesto Che Guevara, que soñó con una revolución triunfante en toda América Latina, reconoció al ex general Gary Prado su equivocación al comenzar la lucha en el complejo país andino, donde no logró ninguna adhesión y fue denunciado al Ejército por los campesinos. "Me dieron mala información sobre Bolivia", admitió el Che al entonces capitán de la patrulla que le capturó. Un equipo argentino de antropología forense, ayudado de radares y con la colaboración del Gobierno de La Paz, busca sus restos.

Inevitablemente, se reabrió la controversia sobre la fracasada misión del legendario argentino en una nación donde los campesinos eran dueños de sus parcelas y reacio el Partido Comunista Bolivano, legal y dividido en dos corrientes: la moscovita, en sintonía con Fidel Castro, y la china, más acorde con el pensamiento de Guevara. La Reforma Agraria de 1952 había cambiado la estructura social y la guerrilla -menos de un centenar de personas- estaba condenada.

El militar retirado, en una silla de ruedas al haber sido alcanzado en la columna vertebral por un disparo accidental de uno de sus soldados, sostiene que la CIA no participó en la decisión de eliminar al guerrillero, herido y desarmado en una habitación de escuela, que fue tomada por el presidente de Bolivia, René Barrientos, y sus dos principales jefes militares. El ex general dibuja en un folio la operación que llevó a la ruptura y no parece muy entusiasmado con la nueva resurrección del mito.

Pregunta. ¿A 28 años vista, sabe ya cómo se le ocurrió al Che intentar la revolución en un país tan difícil como Bolivia?

Respuesta. En el diálogo que mantuve con él mientras estuvo detenido, me dijo que no fue sólo él, que habían intervenido otros niveles en la decisión de escoger Bolivia. ¿Quien, Fidel Castro?', le pregunté. No quiso precisar. Los propios comunistas bolivianos ya le habían advertido que el pueblo le iba a dar la espalda a la guerrilla cuando supiera que estaba dirigida por un extranjero. Se fiaron de la información proporcionada por algunos estudiantes bolivianos en La Habana, poco maduros políticamente.

P. Todavía hay polémica sobre la supuesta intervención de: la CIA en la decisión de matarle.

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R. No hubo intervención de la Embajada norteamericana. o de la CIA. Yo hablé sobre este tema, con mucha franqueza, con el general Alfredo Obando, que vivía en Madrid jubilado después de la muerte de Barrientos. Me dijo: "Nos unimos Barrientos, Torres (jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas) y yo (comandante en jefe). La opción uno, manejada por las tres principales autoridades, era el juicio, que significaba una pena máxima de 30 años de cárcel. ¿En qué cárcel le metíamos? No había cárceles con seguridad suficiente para él. Sería un foco permanente de intentos de liberación. Y el juicio para el francés Debray (Regis, compañero del Che hecho prisionero antes), que era un don nadie, se había convertido en una gran causa. Incluso el presidente De Gaulle enviaba cartas intercediendo. ¿Expularlo? Tampoco". Tomaron la decisión que consideraron era mejor para los intereses nacionales. Pero cometieron el error de decir que murió en combate cuando había montones de testigos que le vieron detenido.

P. ¿Cómo le capturó?

R. Estábamos en un caserío e La Higuera, zona de quebradas. Nos informa un campesino. es rodeé y hubo enfrentamientos. El Che quedó herido en la erna. Estuvo cerca de morir.

P. ¿Le reconoció rápidamente?

R. Avanzábamos combatiendo piedra a piedra, árbol tras árbol. Dos soldados vieron que do, guerrilleros trataban de escapar del cerco y les dejaron acercarse a 15 metros. "¡Quietos!", les dijeron, "¡manos arriba!". Me gritan: "¡Mi capitán, aquí tenemos a dos!". Yo les pregunto: "¿Ustedes quiénes son?". "Soy Willie", me dijo uno. Era el colombiano Simón Cuba. ¿Y usted? "Soy el Che Guevara". "A ver, muéstreme su mano derecha". Tenía una cicatriz, como ya sabíamos. Teníamos una libretita con dibujos de su cara. "Quítenle todo", ordené. El Che llevaba la carabina rota por el impacto del disparo, una mochila, un morral y una ollita de aluminio con huevos.

P. ¿Y su ánimo?

R. Creo que estaba en un momento de depresión. Estaba viendo el fin de sus sueños, de sus ambiciones, o como quiera llamársele. Veía morir a su gente. Era lógico. "¿No cree usted una crueldad tener así, amarrado, a un hombre herido?", me dijo. Le dimos agua y le desatamos las manos. Pidió fumar, le di un cigarrillo, pero le pareció muy suave porque era rubio.

P. ¿De qué hablé con él?

R. Pasamos la noche en La Higuera y sostuve varios diálogos con él. Yo le dije: "¿Cree usted que matando gente vamos a resolver las cosas aquí?". Él me contesto: "Mírese usted, usa armas y uniformes norteamericanos". "¿Y si usara armas rusas sería diferente? ¿Acaso usted no sabe que hemos tenido nuestra revolución?". Pero el Che no pudo percibirlo. Nunca lo interrogué. Era una conversación. ¿Qué información me podía dar si tenía a todos sus hombres desparramados por ahí? Luego levantó su estado de ánimo; vislumbraba un futuro. Yo le comenté que probablemente le harían juicio en Santa Cruz.

P. ¿No sospechaba su ejecución en horas?

R. Ni él, ni yo. Hasta entonces no se había ejecutado a nadie. Aquellos que caían prisioneros eran prisioneros y punto. No había instrucciones de ejecutar.

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