_
_
_
_

"Nosotros no podemos parar las guerras"

El rostro de Sadako Ogata es un pedazo vivo de la Tierra, blanco y trabajado por el tiempo y la historia. Concilia, en una expresión de contagiosa serenidad, la perseverancia con la firmeza. Desde sus ojos orientales mira con intensa inteligencia. "Nosotros no podemos parar las guerras", dice la máxima responsable de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Porque Ogata nunca olvida que este es 'un mundo de dilemas" y que las organizaciones humanitarias como la suya, convertidas en apagafuegos del desastre, a veces prolongan los conflictos al permitir que los combatientes dediquen todas sus energías a la muerte y al no atajar, antes de que estallen, las causas políticas y económicas de las guerras. "Este es un mundo de dilemas", concede sin perder el ánimo.Nombrada para presidir ACNUR en 1990, tres años después su mandato fue ratificado por unanimidad. Nacida el 16 de septiembre de 1927 en Tokio, es profesora de Relaciones Internacionales, un conocimiento que ha podido poner en práctica a lo ancho y largo del mundo y que le ha servido para lidiar con políticos de toda condición. Llegó el miércoles a Madrid para participar en la Cumbre Humanitaria, en paralelo a las ceremonias que ponen fin a la presidencia europea de la Unión Europea, no en vano "la UE se ha convertido este año en el primer donante de fondos para ACNUR", por encima de Estados Unidos.

Más información
El 45% de los pobres que van a Cáritas tiene menos de 40 años
Dos miembros de la Plataforma 0,7% superan los 10 días en huelga de hambre

Ogata, a la que le gusta conocer sobre el terreno los dramas con los que tienen que enfrentarse sus empleados, "muchas veces atenazados por la frustración", caracteriza con rasgos nuevos a los refugiados de este fin de siglo: "La mayoría de los desplazamientos de población son provocados hoy día por guerras internas, por eso es tan amarga la situación de muchas personas. Prácticas como la limpieza étnica dentro de un país hacen mucho más difícil la llegada de ayuda exterior y el trabajo de las organizaciones humanitarias". A ello añade Ogata el creciente éxodo que provoca la dramática realidad económica del Tercer Mundo, con África a la cabeza.

A pesar de que 27 millones de personas dependen en el mundo de los cuidados de ACNUR, Ogata esboza un mínimo optimismo, sobre todo tras la precaria paz laboriosamente labrada en Bosnia. "Bosnia se encamina lentamente hacia la paz. En Ruanda, confío en que las cosas cambien. En Liberia, confío. En Palestina, hay esperanzas fundadas. Son señales esperanzadoras. Este año empiezo a ver un poco de luz, y creo, y espero no equivocarme, que ya no veremos desplazamientos de población tan brutales como los ocurridos en la antigua Yugoslavia (3,7 millones) o Ruanda (casi dos millones) de personas)".

El "alto el fuego" alcanzado en Bosnia no le despierta una confianza indescriptible. Sadako Ogata es una mujer de pasiones controladas, famosa en la sede ginebrina de ACNUR por su frugalidad. Confía en que los desplazados y refugiados de la antigua Yugoslavia, "el mayor éxodo conocido en Europa tras la II Guerra Mundial", puedan efectivamente volver a los lugares que decidan: "Respetaremos su decisión y les ayudaremos a regresar adonde ellos elijan".

La más alta responsable de Japón en un organismo internacional admite que la posición de neutralidad de la ONU hace que a veces los conflictos se prolonguen, pero "¿cuál es la alternativa? La intervención rápida es vital. Por supuesto que sería preferible prevenir, pero eso es algo que compete a otras instancias internacionales. Nosotros no podemos evitar el enfrentamiento. Desde el punto de vista de las organizaciones humanitarias lo importante es llegar lo antes posible para salvar el mayor número de vidas. Pero nosotros no podemos parar las guerras". Admite también que las políticas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional "tienen a veces un enorme coste social", por lo que organizaciones como la suya deben llegar al galope "para paliar los estragos de esas políticas. Es otro dilema con el que hay que vivir. Vivimos en un mundo lleno de paradojas, lleno de malas personas, de gente corrupta, lleno de gente pobre y hambrienta, y nosotros únicamente tratamos de corregirlo. Ese es mi trabajo".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_