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VIROLOGÍA: SANIDAD ANIMAL

El diagnóstico, clave para erradicar la peste porcina africana

Que hoy los estadounidenses puedan paladear el jamón serrano español es producto, en buena parte, de una hazaña científica lograda por los investigadores de España que hace más de diez años recogieron el guante lanzado por la epidemia de peste porcina africana, que, además de devastar la cabaña de cerdos, cerraba las fronteras a los productos derivados de este animal.A principios de los años ochenta, la peste dominaba el territorio español, causando estragos económicos, tanto por la mortandad de animales como por el cordón sanitario que impedía las exportaciones de jamones y embutidos.

Urgía erradicar la peste. Al no haber vacunas ni cura, para el mal, el camino era la detección precoz, el aislamiento de los focos y el sacrificio de los cerdos infectados con celeridad.

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Un virus de las colonias

Primer problema: las pruebas para detectar el virus tenían que realizarse en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias (INIA) de Madrid, al que llegaban muestras de sangre de los cerdos de todo el país; además, las pruebas para la detección, de anticuerpos no ofrecían alta sensibilidad. Se necesitaba un medio de diagnóstico veloz y fiable. Con ese propósito, los investigadores del INIA adaptaron el método enzimático para el estudio de anticuerpos Elisa, para que reconociera al virus de la peste porcina. En 1985, la nueva prueba de diagnóstico comenzó a aplicarse masivamente.

Las pruebas se remitieron a los laboratorios de todo el Estado más próximos a las explotaciones porcinas. Allí, los veterinarios llevaban las muestras sanguíneas, que se vertían en una placa de plástico con proteínas del virus. Si en la muestra había anticuerpos -señal de que el animal estaba infectado-, éstos se adherían a las proteínas. A continuación se añadía otro reactivo, la proteína A, marcado con una enzima de coloración. Si la reacción era positiva, al cabo de dos horas se coloreaba.

Transferencia tecnológica

"Con este método de alta sensibilidad se pudo pasar de unas docenas de diagnósticos por semana a miles en el mismo lapso", explica José Manuel Sánchez Vizcaíno, director del Centro de Investigación de Sanidad Animal del INIA. "Al transferirse la tecnología a los diversos laboratorios del país, se practicaron cientos de millones de pruebas en el sitio, facilitando la detección rápida y el sacrificio inmediato de los cerdos infectados".

Sin embargo, el sacrificio de esos animales podía no bastar, al existir otros medios de transmisión, como la garrapata. Por ello, los científicos del CISA desarrollaron, en colaboración con Antonio Encinas, de la Universidad de Salamanca, otra prueba para detectar las picaduras en base a proteínas de la glándula salival de la garrapata. Con estas pruebas se supo cuáles eran las zonas donde abundaban y así impedir el paso de los cerdos por ellas.

La última batalla de estos expertos en la guerra contra la peste porcina se libró ante la FDA, la agencia de alimentos y fármacos estadounidense, que vetó el ingreso de derivados del cerdo español por temor al virus. "Nos desplazamos a EE UU y allí realizamos un ensayo que consistió en inocularle el germen a unos cerdos, con los que hicimos jamón y embutidos", relata Sánchez Vizcaíno, "y demostramos que con la curación el virus se inactiva, tras lo cual la FDA levantó la prohibición".

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