La primera revuelta contra la mundialización
Diciembre de 1995 no es mayo de 1968. A pesar de su fuerza y su diversidad, el movimiento social que se agita en Francia desde, hace dos semanas no ha Regado, por ahora, m a la amplitud ni a la unidad del levantamiento de entonces. Como en 1968, las manifestaciones de hoy revelan una misma crisis, profunda, de la sociedad francesa. Tras preocupaciones inconexas -créditos para la Universidad, jubilación a los cincuenta años para los conductores, del metro, defensa de los servicios públicos- se expresa un miedo común frente a un emergente mundo incierto.Por primera vez en un país rico se asiste a una huelga contra. la mundialización, a una reacción masiva y colectiva contra la globalización financiera y sus consecuencias. Como las demás grandes naciones industriales, Francia se encuentra sumergida en un verdadero maelström, una revolución, -la de, para simplificar, las dos emes: el mercado, omnipresente, y los multimedias. Esta doble mutación produce una ruptura en las instituciones y llama a la creación de nuevas regulaciones sociales y económicas. Inquieta a una opinión pública mal preparada. El actual movimiento podría desembocar en la puesta en duda de otra eme: Maastricht. Efectivamente, en Francia se percibe a Europa corno el símbolo de esta terrible mundialización. Esta crisis es, en todo caso, una: terrible sanción para las élites francesas.
Dos fuerzas animan la revolución en curso en la economía mundial: por una parte, la generalización, de las relaciones mercantiles, y, por otra, el desarrollo de las tecnologías de la información.. Hace cinco años la economía de mercado sólo englobaba a 600 millones de personas en el mundo, o sea, grosso modo, las poblaciones de los países desarrollados. Dentro de cinco años, el mercado cubrirá a más de 6.000 millones de seres humanos. Esta extensión del mercado y su unificación está acompañada por otra profunda mutación: la emergencia de la sociedad de la comunicación.
Esta doble revolución sólo se encuentra en sus inicios. Pero en Europa provoca una profunda desestabilización. Desde el fin de la II Guerra Mundial, los países, desarrollados se han dotado de una organización social y económica muy particulares: un Estado providencia, un mercado laboral estructurado, servicios públicos desarrollados... Ésta está ahora radicalmente cuestionada por las nuevas competencias y trabajos.
Ya y desde este momento, los paises europeos -y sus poblaciones- empiezan a experimentar, dolorosamente los primeros efectos. Éstos son la explosión del desempleo, el estancamiento, del poder adquisitivo, la degradación del medio ambiente, el crecimiento de las desigualdades y la crisis financiera de la protección social: Es, para tomar la expresión de Newsweek, el fin de la buena vida lo que está amenazado.
El actual movimiento social es una reacción frente a esta mundialización. Las reivindicaciones de los conductores de la RATP, los estudiantes de Jussieu y los médicos de provincia puede que revelen comportamientos corporativos: la opinión pública no los percibe así. Si los usuarios de los servicios públicos y los asalariados de sectores expuestos expresan aún cierta simpatía hacia los huelguistas, es que sienten que al defender sus intereses particulares los manifestantes participan en la defensa de un modelo social amenazado.
Esta huelga contra la mundialización amenaza con desembocar, ahora y en Francia, en un nuevo cuestionamiento de Maastricht, ya que se percibe que la construcción europea es el caballo de Troya de está mundialización. Sería por culpa de Europa por lo que Francia tendría que reducir sus déficit públicos y sociales, liberalizar sus mercados y reformar sus servicios públicos. Ahora bien, no hay nada, de eso. Suiza, Malaisia y Canadá no han firmado el Tratado de Maastricht. Ninguno de estos Países reivindica la adhesión a la Unión Europea. Pero no están menos obligados a realizar esfuerzos similares.
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