Porquería entre posidonias
El Mariana María, semejaba una cáscara de nuez a merced de las olas en la última salida del barco, cuando casi anochecía sobre el pucho de Mazarrón (Murcia) y el cielo amenazaba lluvia. En sus lomos, 12 buzos que montaban a duras penas su equipo.Unos minutos mas tarde, junto al faro del puerto, el Mariana se detuvo y las siluetas embutidas en neopreno fueron cayendo al mar. El grupo más ruidoso, seis buzos del pueblo, lo encabezaba Juan Fra, un panadero de 29 años que se había levantado a trabajar antes de salir el sol y allí estaba. "Vamos a por la mierda", dijo. "Deshechos, basura, residuos..., llamadlo como queraís, menos mierda, que es biodegradable", replicó, entre risas, Luis, el patrón, uno de los organizadores.
Santiago, 24 años, un estudiante de Económicas, de la universidad de Murcia, se sumergio, con una bolsa de red rumbo a la castigada pradera de posidonias que tapizaba el fondo de la bahía. Estas plantas, bautizadas así en honor al dios griego del mar, mecían sus hojas alargadas siguiendo el movimiento del agua a nueve metros de profundidad.Santiago y su compañera comenzaron a moverse en círculo con la vista clavada en la alfombra marina: un contorno blanco resultaba ser una botella de leche aplastada; un brillo metálico, una lata de cerveza; un cilindro marrón, un cable, carcomido. Todo ello iba a parar a la bolsa tras ser atenazado ávidamente.
Pequeños peces nadaban alrededor pero en esta inmersión eran lo menos importante. Pesaba más la bolsa, la paulatina falta de luz y el frío. Las dos miradas buscaban tesoros tan valiosos como zapatillas sin pie o botellas que alguien arrojó por la borda sin pararsea pensar dos veces. Los 40 minutos de inmersión hasta que el aire de la bombona se agotó- culminaron con un botín de hallazgos nada desdeñable: un cubo de basura y una espuerta.
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