Agenda Trasatlántica
LA AMENAZA soviética fue durante décadas el principal factor de cohesión entre Estados Unidos y la Europa democrática. Su desaparición, en 1991, amenazaba con provocar un, cierto alejamiento entre la única superpotencia, cada vez más volcada hacia el Pacífico, y el Viejo Continente. Las frecuentes disputas comerciales y las discrepancias ante la guerra en la antigua Yugoslavia han sido en estos últimos años los focos. de tensión más graves en una relación que la declaración trasatlántica suscrita en 1990 no pudo evitar Convenía, por tanto, actualizar el marco de estas relaciones para reactivarlas.Con el deseo de añadir la vocación atlántica a su imagen tradicional, más vinculada con áreas geográficas como el Magreb o Latinoamérica, el Gobierno español se propuso aprovechar su presidencia europea para esta tarea. Con Washington y la Comisión, la diplomacia español ha elaborado en cinco meses una Nueva Agenda Trasatlántlica y un Plan de Acción Conjunta. Es sin duda, un éxito de la presidencia española, que está siendo una ole las más eficaces, de los últimos años y desmiente a cuantos aseguraban de antemano que la presidencia, "no servía para nada".
La firma de sendos documentos por Bill Clinton, Felipe González y el presidente de la Comisión Europea, Jacques Santer, ha sido el principal acto, de esta primera y corta visita a España de un presidente demócrata.Su presencia ha servido para reafirmar que, para EE UU, Europa sigue en lo alto de la lista de prioridades en política exterior. En Madrid, Clinton anuncié la orden del envío a Bosnia de los prime ros 700 soldados norteamericanos, la avanzadilla de un contingente que alcanzará los 20.000 hombres.La Nueva Agenda confirma la primacía de la OTAN para la seguridad trastlántica y supone, en un sentido inmediato, un compromiso, conjunto para imponer la paz en los Balcanes. El Plan de Acción recopila 120 ámbitos de cooperación, que abarcan des de el fomento de la democracia hasta la lucha común contra el narcotráfico, y el crimen organizado, pasando por estudiar conjuntamente la reducción o eliminación de aranceles. No habrá de momento una zona de libre comercio como deseaban algunos de los Quince como Alemania o el Reino Unido. Pero se avanza en ese sentido.Los Gobiernos de EE UU y éuropeos, deliberán ahora demostrar que el plan no es sólo un cascarán vacío o un inteminable catálogo de buenas intenciones, como lo describen sus detractores. Muchos deben ser desarrollados mediante acuerdos ulteriores. En lo que respecta al comercio, es probable se logre el objetivo de desmantelar casi todas las barreras arancelarias. En otros ámbitos será mucho más arduo. El reto está, en buena medida, más del lado,europeo que del norteamericano. Difícilmente podrá la Unión ahondar la cooperación trasatlántica en política exterior o en combatir el crimen organizado si previamente no consigue que el Tratado de Maastricht se aplique con eficacia. Será, probablemente, necesario esperar a su reforma, que a partir de esta primavera negociará la Conferencia Intergubernamental, para qué la UE mejore su cooperación interna y pueda dar con EE UU el salto cualitativo que anuncié ayer el presidente del Gobierno español.
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