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Tribuna:A la intemperie
Tribuna
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Estamos perdidos

Juan José Millás

Hace años, a las cornisas las manejaba el destino. Un vecino mío falleció abatido por una corisa cuando iba a recoger un certificado de buena conducta. Llovía a cántaros, y el hombre, que no tenía gabardina, caminaba pegado a la fachada del edificio cuando una moldura de cemento le golpeó en la cabeza y lo dejó en el sitio. No se abrió ninguna investigación porque la casa era de un ex combatiente. En aquella época las cornisas caían con cierto ritmo y que te cogieran debajo o no se atribuía a la fatalidad. Para mí, una de las apariencias más comunes del destino era ésta: la del voladizo que te segaba la existencia cuando ibas a por un certificado de penales o una fe de bautismo. Nos pasábamos la vida solicitando documentos absurdos en las ventanillas del Ministerio de Justicia o en el Episcopado. Años más tarde, al leer a los griegos, me sorprendió que le hubieran sacado tanto partido al destino. Y es que a ellos les sucedían otras cosas, pero no se les caían las cornisas.Mala semana esta última. Según las crónicas del juicio sobre la tragedia del cine Bilbao el estado de la marquesina criminal era espantoso. Si no se hubiera desplomado ese día, lo habría hecho al siguiente. Sin embargo, parece que a los responsables del cine no se les ocurrió que los materiales de construcción se pudren. Quizá son de otra época y pensaban que los edificios se caen por culpa del destino y no porque sus estructuras se oxidan. El destino, si eres empresario, puede ahorrarte mucho dinero en rehabilitación y equipos de mantenimiento. Mala semana, en fin. Se cayó también la lámpara del Teatro Real y alguien, desde el Ministerio de Cultura, lo atribuyó a la mala suerte. La mala suerte, entre nosotros, es una forma de destino en lo universal. En los teatros de Nueva York, Lóndres o París, las lámparas no se caen por que están bien sujetas, pero cuando se caen se explica racionalmente, y se denuncia al insensato que ha vulnerado las leyes de la gravedad. No digo que la mala suerte no exista, tengo pruebas, pero actúa más en el ámbito de lo privado que en el de lo público.

Luego hay sucesos fronterizos que no sabe uno si atribuir al destino o a las insuficiencias de las fuerzas del orden. El lunes pasado, por ejemplo, falleció apuñalado, en la estación de metro del Conde de Casal, un hombre de 42 años. A continuación, un agente de paisano abatió a tiros al agresor. Escenas de pánico. ¿Mala suerte? Vaya usted a saber. En todo caso, los usuarios se quejan de la falta de vigilancia en una línea en la que abundan los atracos. El mismo día en el que saltó la noticia, El País Madrid publicaba en la 'Opinión del lector' la carta de una mujer que denunciaba haber sido atracada el domingo 12 en la estación de Núñez de Balboa. Sucesos fronterizos, pues, situados en la fina línea que separa el destino de la inseguridad ciudadana.

Lo que pasa es que entre nosotros suceden muchos accidentes fronterizos, es decir, que contamos con demasiadas posibilidades de que nos ocurra una desgracia. Tenemos marquesinas, lámparas, rapados, tribus urbanas, un metro inseguro y un mobiliario urbano más peligroso que el cojo Manteca. Por si fuera poco, somos dueños de una estatua de Franco con un caballo entre las piernas frente a la que unos arrojan inmundicias y otros rezan, de manera que si pasas por allí corres el peligro de que te den con una oración o un huevo podrido, aleatoriamente, entre las cejas. Lo peor con todo es la noticia de que el Ayuntamiento acaba de convocar un concurso para cambiar las marquesinas de autobús. El director de servicios de Infraestructuras, Aurelio Escalada, ha dicho que buscan "un diseño no agresivo para la ciudad". Conociendo su concepto de lo no agresivo, materializado en los chirimbolos, podemos temernos lo peor. Así que nos hemos quedado pálidos, como la estatua de cera que le han hecho a Álvarez del Manzano para inmortalizarlo en el museo de los horrores. Una ciudad como la nuestra que debería ser gobernada por las fuerzas de la razón, ha caído en manos del destino fatal. ¿Mala suerte o malos gobernantes? Vaya usted a saber. En cualquier caso, estamos perdidos.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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