Vencer a los elementos

Puede que La Riviera resulte ideal para bailes desenfrenados, pero se comporta de manera canalla cuando alberga músicas que. requieren una escucha atenta. El zumbido constantee del sistema dé calefacción, timbrazos aleatorios y otros runrunes insidiosos fueron los elementos que, sumados a una sonorización no menos inclemente, debía vencer de entrada el formidable cuarteto de Roy Haynes. Y a fe que lo consiguió.El saxofoñista alto Donald Harrison volcó en cada solo toda la apasionada sinceridad propia de los grandes maestros de su instrumento, y David Kikoski, un pianista técnico pero personal, dejó volar sus dedos con una libertad seguramente inspirada por la musa particular de Thelonious Monk. Sus espléndidas intervenciones, sobre Green chimneys y Bye- Ya sirvieron para demostrar su fldelidad, activa al modelo monkiano. Dwayne Burno resultó el más perjudicado por la ruda. amplificación, y su colosal sonido tendió a parecerse al de esos guitarristas, anónimos que amenizan los pasillos de las estaciones de metro.

En primera línea del escenario, Haynes no necesitó magnificar el volumen de su batería. Golpeó con la contundencia y la ilusión del aprendiz y la auto ridad del veterano. Nadie se hubiera atrevido, a decir que en 1996 cumplirá 70 años. Es cierto que soluciona el capítulo conceptual de-los arreglos con una charla somera y confía el éxitoa la calidad individual de sus solistas, pero con un swing como el suyo y músicos como los que ficha siempre llevará las de ganar.