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González asegura que la ampliación de la UE al Este exige profundizar la cohesión interna

Xavier Vidal-Folch

, La Unión Europea (UE) quiere y debe ampliarse a los países del Este, Malta y Chipre. Pero esta "mayor Europa requiere también más Europa", es decir, reforzar su integración y cohesión interna. En plata, la Europa de treinta socios a final de siglo no debe eliminar ni la política agrícola común ni los fondos social, regional y de cohesión, sino que éstos deben aumentarse para acoger a los nuevos socios: Ésta es la tesis que defendió ayer ante el Parlamento de Estrasburgo Felipe González; en su calidad de presidente del Consejo Europeo, durante el primer debate de la Unión.

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La apuesta por la mayor integración -contra la idea británica de reducir la UE a un área sólo comercial- fue compartida, por los presidentes de las otras dos instituciones comunitarias -Jacques Santer, de la Comisión, y Klaus Hánsch, del Parlamento-en un debate inédito en la historia europea: fue interesante, aunque sin entusiasmos ni propuestas revolucionarias. Y fue el prólogo, o las primeras tomas de posición ante la polémica de la reforma del Tratado de la Unión, que empezará el año próximo:Cada presidente formuló la apuesta integracíonista a su guisa. González recordó que "la integración europea no es la causa de los problemas" económicos "sino el marco para encauzar las solucioné s", porque un país en el ámbito europeo puede lograr "soluciones que no podría alcanzar en solitario.

Por ello, hay que reforzarlo. Ampliar la Unión es "un imperativo moral" de los viejos países democráticos para con los nuevos, pero los Quince también se beneficiarán, porque "aumentará su seguridad" y "ampliará el mercado", algo que todos piensan y nadie reconoce.

Frente a quienes, como el Reino Unido, desean aprovechar la ocasión para aligerar la integración, González propugnó "ampliar para potenciar, no para debilitar, una mayor Europa requiere también más Europa". Y argumentó su tesis con nueva artillería: los deseos de los propios aspirantes, quienes "no desean que se diluya la Unión ni que se desmantelen políticas comunes", sino que pretenden integrar sus economías progresivamente, con períodos de transición adecuados, pero postulan "la incorporación política cuanto antes".

Cuantificar costes

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En la réplica del debate fue aún directo. Dijo que si en 1985 alguien hubiera cuantificado el coste de la unificación política europea y la recuperación de la libertad en el Este en un 1% del PIB, todos se hubieran dado con un canto en los dientes.

Quienes ahora propugnen que se haga sin costes falsean la cuestión, porque eso significaría laminar la política agrícola común, es decir, perjudicar a los agricultores, o desmantelar los fondos estructurales. "Eso no será verdad. Ni los Gobiernos lo permitirán ni tampoco nuestras sociedades; los Parlamentos no ratificarían" la pendiente reforma de Maastricht pensada para acoger a los aspirantes. La diputada radical francesa Catherine Lalumière agradeció el europeísmo de González: "Usted no ha dejado de estar a la vanguardia de Europa, pero pese a sus esfuerzos la Unión no goza de buena salud", dijo, para pedir una "ambiciosa reforma" de Maastricht.

"Nuestra respuesta debe ser: no menos, sino más comunidad en Europa", coincidió Klaus Hänsch. Quien propugne la "renacionalización de las normas de política económica, social y ecológica, equivoca la respuesta". Por eso propugnó la supresión. de reglamentaciones superfluas, recordando que el mercado interior fue "el gran desregulador" de la historia común, pues suprimió quince normativas distintas.

Sustituir las normas comunitarias nitarias y multiplicarlas de nuevo por quince sería lo contrario de la desregulación. "El coste de la no Europa sería exorbitante", remató Jacques Santer: las empresas no crearían más empleos si se encerrasen en los mercados nacionales, las turbulencias monetarias se recrudecerían.

Un argumento nuevo .

Y en esto sacó de la chistera un argumento nuevo. "Imaginen una Europa en la que cada uno pudiese que escoger lo que le place y desinteresarse del resto, la llamada UE a la carta [que preconiza John Major]. ¿Qué quedaría?.", se preguntó. "Algunos dicen que una etérea zona de libre cambio", sé autorrespondía, ;`pero yo les digo que ni siquiera, que eso desaparecería, porque algunos Estados nunca aceptarían el mercado interior sin el resto".

Se refería a los más europeístas, entre otros a Alemania, que recela de la unificación monetaria si no se acompaña de avances en la unión política que colmen el déficit democrático y la fatal ineficacia de la política exterior común.

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