El PP tiene planes
UNO DE los factores de crispación de la vida Política española más reciente ha sido que la última persona en convencerse de que Aznar podía ganar a González ha sido el líder del Partido Popular. De ahí, su obsesión por eliminar a su rival de la carrera, y de ahí también que haya mantenido hasta el último momento un mensaje de eterno opositor antes que de posible vencedor. Una de las pruebas de que se está convenciendo de sus posibilidades es que comienza a avanzar ideas sobre lo que hará cuando llegue a La Moncloa.En el mismo foro en que el año pasado destacó las debilidades de la economía española ha subrayado ahora sus buenas expectativas, renunciando a las descalificaciones campanudas de antaño y adelantando sus propias prioridades en materia de política económica. El ejemplo ha cundido, y Rodrigo Rato ha sido el dirigente político que ha juzgado más favorablemente el carácter moderado del crecimiento del desempleo en octubre. Uno de los efectos del nuevo estilo es el abandono de las ambigüedades respecto al objetivo de formar parte en 1999 de la Unión Económica y Monetaria.
En Europa, el debate sobre políticas económicas se libra en un espacio bastante reducido: los conservadores prometen bajar los impuestos sin reducir las prestaciones sociales, y los socialdemócratas se comprometen a mantener esas prestaciones sin subir los impuestos. Luego, como confirma estos días Francia, la política efectivamente desplegada -rectificaciones incluidas- tiende a ser una combinación de ambas propuestas.
Lo más característico del momento es la creciente preocupación por el déficit público y la deuda, y lo más específico de la situación españolas una tasa de paro muy superior a la media. Esas variables determinan las prioridades. Control del gasto y reformas estructurales que fvorezcan la moderación de los precios son elementos fijos de cualquier propuesta. La rectificación impulsada por Solbes (y Pujol) en los dos últimos ejercicios ha permitido que por primera vez en muchos años el crecimiento económico no vaya acompañado de un agravamiento de esos desequilibrios.
Esto permitirá al PP, si gana las elecciones, iniciar su gestión en una coyuntura económica mucho más favorable que la existente a la llegada del PSOE, en 1982. Además, el crecimiento actual se está produciendo con tipos de interés todavía altos, lo que indica que hay margen para prolongar la fase expansiva si se consiguen resultados en control del déficit y la inflación quepermitan bajarlos en el futuro. Las prioridades adelantadas por el PP tienen más de continuidad que de ruptura con la política de Solbes, pero incluyen algunas iniciativas signaificativas. La creación de una oficina parlamentaria de seguimiento del Presupuesto y la asunción por el preseidente de la intervención pública son gestos indicativos de una voluntad de control del gasto que ha faltado en el pasado.
Poner el acento en la reducción del gasto antes que en el aumento de los ingresos parece coherente con las necesidades del momento, y más realista. Pero hay que precisar dónde concretamente se recortarán esos gastos. Actualmente, casi el 80% del gasto está comprometido de entrada en los capítulos de Seguridad Social, servicio de la deuda, transferencias a otras administraciones y personal. El PP propone una reforma de la Administración central y un pacto de austeridad con las autonómicas y locales que permita reducir ese porcentaje sin tocar el gasto social. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero es evidente que sin esa reforma será dificil abordar las demás. Como en todos los países, las promesas más problemáticas son las referentes al sistema impositivo. Rato dijo hace poco que las deducciones de tipos del IRPF o se hacen de entrada o no se hacen, pero ayer mismo Rajoy apostilló que no hay que precipitarse para evitar rectificaciones a la francesa. También ha habido planteamientos contradictorios sobre si es necesario o no introducir más flexibilidad en el Mercado laboral. Conviene que las formulaciones se precisen, pero de momento hay que felicitarse de que la existencia de compromisos en positivo permita un debate racional que vaya más allá del habitual intercambio de descalificaciones.
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