_
_
_
_
Tribuna:ARDE UN EDIFICIO HISTÓRICO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Se cumple el sueño infantil

En interminables tardes de encierro castigados en la sala, díscolos y rebeldes alumnos del Real Colegio de las Escuelas Pías de San Antón nos conjurábamos para una terrible venganza y proyectábamos con ingenua ferocidad prenderle fuego a nuestra pedagógica jaula. Treinta años después, alguien o algo ha cumplido, a destiempo y a traición, nuestra infantil quimera.Cuando en 1990 se cerraron las puertas del colegio y Aquilino -severo, ejemplar y perseverante cancerbero- despidió a los últimos colegiales, ya lloramos los presuntos incendiarios la clausura de las vetustas aulas. Desde que en 1794 Carlos III concedió a los padres escolapios estos terrenos para que edificaran un colegio destinado a los niños pobres de la ciudad, y hasta 1990, las Escuelas Pías desasnaron a generaciones y generaciones de niños pobres y menos pobres, pues la orden escolapia, al compás del mercantilismo que marcaban los tiempos, no tardó en abrir su sección de pago.

Más información
El fuego castiga al colegio de San Antón

En los años sesenta del presente siglo, gratuitos y paganos compartíamos el viejo caserón. Con un talante discriminatorio muy alejado de las normas del fundador de la orden, san José de Calasanz, los padres escolapios mantenían un riguroso apartheid: los gratuitos tenían su entrada al colegio por la calle de Santa Brígida, junto al sicalíptico teatro Martín, y los de pago lo hacíamos por la oscura y más seria calle de la Farmacia. Un riguroso control conseguía que jamás unos y otros coincidiéramos, ni en las aulas ni en los patios, ni siquiera en la calle. Pero unos y otros gozábamos desde las ventanas de las clases del gratuito y poco edificante espectáculo, hasta que el profesor se apercibía de la toilette de las hetairas que practicaban su antiguo oficio bajo la advocación de santa Brígida, virgen y mártir.

San Antón fue cárcel, no sólo virtual, sino real, al transformarse en cheka durante la guerra civil. Su tortuosa y laberíntica estructura abundaba en patios interiores, tenebrosos corredores y galerías con celdas monacales o carcelarias. Eloy de la Iglesia aprovechó el espacio para rodar escenas de presidio con gran verosimilitud.

Con el incendio, el the end definitivo ha aparecido en la pantalla y ha convertido en ascuas las vivencias de antaño. Años antes había desaparecido la honrada taberna colindante de Los Pepinillos, donde completamos nuestra educación y donde los ex alumnos evocábamos los días pasados a la vista de las marcas de polvo de tiza que aún señalaban, hasta ayer, las ventanas del caserón de nuestros pecados infantiles.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_