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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Saro- Wiwa y nosotros

LA EJECUCIÓN en la horca del escritor Ken Saro-Wiwa y otros ocho defensores de los derechos de la minoría ogoni y activistas contra la destrucción de la cuenca del río Níger es una nueva prueba del grado de degeneración al que ha llegado el régimen nigeriano del general Sani Abacha. Las innumerables peticiones de clemencia llegadas de todo el mundo, de jefes de Estado y Gobierno, de organizaciones internacionales y escritor es no sirvieron de nada. El régimen militar acumula uno tras otro sus actos de abierto desprecio a la comunidad internacional y a toda regla, no ya de derecho, sino de mera humanidad. La triste tradición golpista y represora del Ejército nigeriano ha alcanzado su máxima cota de ignominia desde que el general Abacha, ya gobernante en la sombra desde hace 12 años, impidió en 1993 que se constituyera el Gobierno emanado de las elecciones generales.El escritor Saro-Wiwa se convirtió en 1990 en líder de un movimiento de protesta contra la destrucción del delta del Níger, en el que habita el minúsculo pueblo ogoni, por parte de la compañía petrolífera Shell. Pronto este conflicto desembocó en un enfrentamiento político abierto con la junta militar. El régimen militar y su entorno civil son los máximos beneficiarios de la inmensa riqueza petrolífera de Nigeria, con las compañías multinacionales que explotan dichos yacimientos y sus muchos clientes internacionales, entre ellos España y Estados Unidos a la cabeza.

Pese a todos los intereses acumulados en aquel gran país africano, esta última prueba de barbarie de los dirigentes nigerianos obliga a la comunidad internacional a algo más que las protestas más o. menos indignadas o sinceras que se produjeron tras la anulación de los resultados de las elecciones. hace dos años. Y la suspensión temporal de su pertenencia a la Commonwealth no parece ser precisamente la reacción adecuada. La ONU debería imponer sanciones inmediatas contra Nigeria hasta lograr que la dictadura militar se avenga a Convocar nuevas elecciones con garantías tanto de su limpieza como de respeto a sus resultados.

, Lamentablemente, hay muchos indicios de que los intereses económicos de diversos países en Nigeria van a pesar más que la indignación generalizada de hoy. Nigeria tiene una deuda de más de 470.000 millones de pesetas que debería pagar con ingresos petrolíferos, por lo que parece improbable siquiera la congelación de sus 65.000 millones de dólares en depósito en Londres que podría dictar el Consejo de Seguridad de la. ONU. Por otra parte, los compradores de crudo nigeriano, sobre todo EE UU, intentarán evitar un boicoteo a las exportaciones de Nigeria, especialmente cuando no disponen de crudo importable de Libia, Irak e Irán, sometidos a embargo por Washington.

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La muerte del escritor Saro-Wiwa y sus compañeros es, además de una criminal tropelía del régimen nigeriano, una denuncia de las complicidades de los países ricos del Primer Mundo en la explotación de las riquezas de África bajo condiciones que en Europa o EE UU se considerarían intolerables. Que la compañía Shell tuviera que retirar una plataforma petrolífera del mar del Norte por un riesgo de contaminación inexistente y envenene impunemente a millones de habitantes del delta del Níger, con la protección de verdugos como el general Abacha, debería rebelar nuestras conciencias y recordarnos que, a medio plazo, el Norte rico no podrá vivir en seguridad con un, continente como el africano en la miseria, bajo brutal represión en gran parte y con sus tierras y sus aguas envenenadas para abaratar nuestro bienestar.

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