Mimosos
Mirad quién ocupa el paseo, que fue: mimos, muchos mimos, amazacotados mimos, inexorables mimos. Se visten de romano, de mosquetero, de Salomé: se quedan inmóviles durante horas y la gente les echa monedas. Naturalmente, les echan monedas para que se estén quietos. No hay duda de que se trata de una auténtica batería de pelmas: pero tienen la gracia, la maldita gracia, de simbolizar la dialéctica cultural y, política catalana. Las Ramblas han perdido malicia e interés. Continúan siendo, claro, un paseo muy hermoso. Pero les falta tensión. La tuvieron en épocas, la volverán a tener: las ciudades, los caminos de las ciudades, son animales subterráneos que trabajan en secreto y quede cuando en cuando reaparecen en busca de la luz. Barcelona vive un instante aseado y feliz, pero su rambla aburre. Entre otros motivos porque los mejores momentos del paseo estuvieron asociados siempre a su condición de ágora: provincial, pero ágora. Hoy en Barcelona, por cuestiones de educación que la educación impide explicitar, ya no discute nadie. La vida intelectual ha adoptado la línea y el tono del maridado reciente: mera curva de la felicidad. En tiempo de elecciones hubo aquí siempre lugar para la propaganda y el debate. Y ciertamente, la inercia de las cosas todavía lleva a los partidos allí. Pero este domingo los mimos desarrollan más actividad que la militancia.Del otrora vigoroso humor político sólo hay muy pequeños ensayos: en la mesita de Esquerra una camiseta, con la leyenda Evoluciona, muestra cinco homínidos: el último, ya del todo alzado, lleva la bandera de la independencia catalana. Dos de los noventa militantes que dice tener en Cataluña la Unificación Comunista de España venden un cartel insurgente. Es un cartel cuidado -la extrema izquierda tuvo siempre brillantes grafistas que evoca a Goya y a la familia de Carlos IV. Pero el Rey es Felipe, María Luisa de Parma es Aznar y el.resto de los personajes se los re parten Roldán, Serra, Sala, Botín, Rubio... Hasta dónde habrá llegado la crisis de las cosas que en el mostrador trotskista atiende un muchacho british, ayudante de Ken Loach tal vez: que Cataluña deba importar trotskistas empieza a ser, con franqueza, un asunto Preocupante. 1
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