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Las elecciones catalanas en clave española

Hay que estar muy atentos a las consecuencias no queridas de nuestras acciones porque, a poco que nos descuidemos, el que va por lana vuelve trasquilado. La forma tan extraña de cooperación que CiU impuso al Gobierno en los últimos años - los socialistas, coincidiendo en este punto con la opinión pública mayoritaria, hubieran preferido una coalición con responsabilidades y poderes compartidos se explica, en último término, por el afán de no contaminar el nacionalismo catalán de política española. No se entienden las relaciones tan atípicas entre socialistas y convergentes sin el empeño de separar estrictamente el ámbito catalán del español.Pese a tantos esfuerzos por subrayar la diferencia, podría ocurrir que las próximas elecciones catalanas hubiera que interpretarlas en clave española. Y ello, porque no se enjuiciase en primer lugar la política que en estos tres años y pico ha llevado a cabo la Genèralitat en Cataluña, sino -¡oh, horror!- si fue acertado haber sostenido a un Gobierno vapuleado por un escándalo tras otro. ¿Basta mencionar el principio conservador de gobernabilidad para justificar un apoyo que ha transigido con tanto y tan grave?

Que las elecciones se celebren con unos meses de adelanto sólo se explica, como el honorable Pujol ha tenido que reconocer, por razones de política española: desde la catalana no hubiera sido necesario anticiparlas. Por lo pronto, en punto tan crucial como es el señalar la fecha de las elecciones, se ha revelado ilusorio el afán de mantener ambas esferas separadas. Ahora bien, el impacto que esta mezcolanza pueda tener sobre el electorado no está nada claro, pero podría ser decisivo. Desde una perspectiva interna, ninguno de los candidatos que, se enfrentan a Pujol está en condiciones de arrebatarle la mayoría absoluta; si la perdiera -es la única incógnita a despejar el 19 de noviembre habría que consignarlo como el coste de la colaboración con el Gobierno de Madrid.

Que la causa principal de una eventual pérdida de votos, para CiU se deba al malestar que en algunos sectores catalanes ha producido el aval concedido a un presidente de Gobierno envuelto en escándalos gravísimos que han exigido repetidas veces su dimisión, queda patente en que, en vísperas de las elecciones, Pujol se haya visto obligado a cancelar el apoyo. La cuestión que las elecciones han de dilucidar es si la ayuda prestada hasta el último momento modificará un voto muy bien asentado: en Cataluña, que se considera con toda razón un pedazo de Europa, se tiende a ser demasiado condescendiente con lo que acontece al otro lado del Ebro, a la manera como los británicos lo son con el resto de los europeos.

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Si Pujol perdiese la mayoría absoluta se vería confirmado en su tesis de que es preciso mantener la política catalana nítidamente separada de la española -de ahí que esté convencido de que si aspirase a la presidencia del Gobierno en Madrid perdería el apoyo incondicional de buena parte de los catalanes, sin que ello signifique renunciar a influir en la política española, esencial, en más de un aspecto, para Cataluña-, pero siempre que no se dé la impresión de que la política catalana se subordina a la española. Es éste un elemento constitutivo del nacionalismo catalán que se les atraganta a muchos conciudadanos, pero los hechos son como son y es bueno tomarlos en consideración.

Vistas así las cosas, me parece por completo infundado el temor que hasta hace unos meses algunos han manifestado de que, en caso de perder la mayoría aboluta, una coalición con el PSC en Cataluña renovaría los apoyos al Gobierno de Madrid. Una tal correspondencia y armonización de la política catalana y española, con el riesgo añadido der que la política catalana aparezca como un apéndice de la española, rompe todos los esquemas del nacionalismo. En el caso de perder la mayoría absoluta, los convergentes gobernarán en solitario con el sostén no pedido, pero en todo caso seguro, de los populares. Al Partido Popular le conviene mostrarse propicio a la gobernabilidad de Cataluña, respaldando precisamente al nacionalismo conservador: la colaboración es la mejor forma de penetrar en el espacio político contiguo.

En cambio, en el caso de que Pujol renueve la mayoría absoluta, parece mucho más verosímil el que se reanudase el apoyo al actual Gobierno. Una vez comprobado que la política española influye poco sobre su electorado, y con la libertad de movimiento que da el tener las próximas elecciones a cuatro años vista, la gran tentación sería tratar de impedir una mayoría absoluta en Madrid.

Desde la perspectiva de Convergència, la fórmula óptima consiste en conservar la mayoría absoluta en Cataluña y evitarla en Madrid. Como el único que amaga. con esta eventualidad es el PP, coinciden los intereses de los convergentes con los socialistas. Mientras que en las encuestas el PP ande rozando la mayoría absoluta, el que se celebren elecciones constituye un riesgo difícil de asumir, máxime cuando se comprueba la tendencia a un ligero, pero continuo descenso del PP. El que se hayan convocado las elecciones catalanas antes que las generales -aunque Cataluña podía muy bien esperar y España no- ratifica el objetivo convergente de impedir a todo trance una mayoría absoluta del PP, aun con el albur, que no ha debido considerarse excesivo, de que, al ser las primeras, recojan los votos de castigo, arriesgando la mayoría absoluta.

Se podrá objetar que Pujol ha jugado ya todas las cartas a favor de unas elecciones generales a lo más tardar en marzo, con la amenaza incluso de presentar una moción de censura en el caso de que se retrasase su convocatoria, que además el presidente del Gobierno se ha comprometido solemnemente con esta fecha, pero a nadie se le oculta que todas estas manifestaciones se han hecho para impedir que Convergencia pierda la mayoría absolu ta en Cataluña..

Una vez con ella en el bolsillo, podría descubrir que la coyuntura económica exige a la mayor premura unos presupuestos como únicamente con su valiosa ayuda los podría confeccionar el PSOE y que, por tanto, una vez más estaría dispuesta a sacrificarse por el bien de la economía y la gobernabilidad de España. Al presidente del Gobierno le bastaría con añadir que su promesa de celebrar elecciones en marzo estaba obviamente condicionada por el hecho de haberse quedado en minoría; pero, al contar de

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Ignacio Sotelo es catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Libre de Berlín.

Las elecciones catalanas en clave española

Viene de la página anterior nuevo con apoyos parlamentarios suficientes, compartía la opinión de Convergència de que habría que dar preeminencia ala recuperación económica y que las elecciones podían esperar unos meses.Que no se trata de una especulación por completo desquiciada ha quedado de manifiesto con los descomunales esfuerzos del PP por conseguir una comisión parlamentaria que investigue el turbio asunto de los GAL. Comisión que podría dar mucha guerra en el caso, de que el Gobierno no cumpliese con su promesa de convocar elecciones en marzo; pero que, si se respetan los plazos, apenas tendrá tiempo de investigar nada.

Hasta que el magistrado instructor no ha podido el suplicatorio para Barrionuevo he manejado la hipótesis de que, si se ratificase la mayoría absoluta en Cataluña, no había que descartar que se prolongase la actual legislatura más allá de marzo. Ahora mis dudas a este respecto son mayores, y no sólo porque parece increíble que González no asuma la responsabilidad política que se deriva de que un encausado haya formado parte de su Gobierno, sino sobre todo porque, dada la crispación que provoca una situación hace tiempo indefendible, Pujol conoce perfectamente los costos que para el nacionalismo catalán, incluso para la imagen de Cataluña en el resto de España, tendría el que tratase de sostener lo insostenible. Así que, por un lado, no le queda más que desearse suerte y tratar de conservar la mayoría absoluta en Cataluña; y, por otro, confíar en que el PP no la obtenga en marzo. Si consiguiese este doble objetivo, pese a los riesgos que ha corrido, CiU saldría de la crisis en posición óptima. No me parece improbable que Pujol gane ambos envites.

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