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Rápidos y ágiles

Antonio Jiménez Barca

Las tres pesetas por kilo que se pagan actualmente en el mercado no dan para mucho. Así, desde principios de octubre, sólo los cartoneros de siempre, siguen en el negocio. Los espontáneos que surgieron al albur de unos precios que no se recordaban en años han desaparecido y ya se dedican a otra cosa. Aproximadamente unos 30 camiones capaces de recoger una tonelada y media cada uno por noche continúan robando al vertedero la materia reciclable.Los requisitos para desempeñar esta profesión son varios: en primer lugar, el cartonero propietario de un camión debe ser lo suficientemente puntual como para recorrer las calles cuando las tiendas han cerrado y hay género, no antes, pero no mucho después, ya que no hay rutas apalabradas y los vehículos que peinan la ciudad compiten por descubrir los filones. En un gran camión, capaz de recoger de una tonelada a dos, viajan cuatro ó cinco personas. El jefe es el que conduce, otro baja de un salto cada vez que el camión para, y, velozmente agarra el material y lo echa al vehículo. Nada más arrojar el cartón, vuelve a subir, a veces con el camión en marcha.

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Para apilar el papel van otros dos o tres hombres. Uno debe mantenerse en equilibrio en la cima de la pila a fin de distribuir la mercancía por toda la superficie del remolque. Y con ojos en todos los lados, si la policía descubre a alguien de pie subido en el camión, le multa. En tiempos de dura competencia, la rapidez era esencial. Cuanto menos tiempo se tarde en recoger, más probabilidades hay de descubrir antes que nadie otro montón en la siguiente esquina. Un truco: si se humedece el material con agua, pesa más.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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