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30 poetas defienden en un debate el espíritu de las vanguardias

El imperativo de Gerardo Diego que conmina "creed en la poesía, pero no creáis en los poetas", y la afinada observación de Paul Valéry de que "todo cambia menos la vanguardia" podrían resumir muy bien el ánimo de una treintena de poetas de diversas edades, tendencias y puntos geográficos del país, reunidos a lo largo de este fin de semana en la Residencia de Estudiantes de Madrid.Bajo el epígrafe de Raíz de treinta, se ha combatido cualquier tipo de hegemonía estética y de etiqueta mediática en tomo a la poesía, y enarbolado, por contra, que la excepción es la regla en el discurso poético.

"La poesía está en los textos y no en la cara que los poetas ponen", señaló Juan Carlos Suñén, organizador de las jornadas, para ilustrar su propósito de "profesionalizar los debates, atendiendo a los fenómenos inherentes y no a las circunstancias exteriores". Algunas defunciones de guardarropía, como el final de las ideologías y de las vanguardias, que han sido moneda corriente en los últimos lustros, fueron puestas en cuarentena por la treintena de poetas congregados. "Al ser un proceso de conocimiento, el lenguaje poético está impregnado a la fuerza de elementos morales; la asepsia no excluye la ideología", indicó Suñén de una idea retomada por Miguel Casado: "Lo que ocurre es que la poesía ideológica ya no se define por los temas que trata, sino que aparece diluida en el lenguaje".

Rearme moral

Para este autor, "el espíritu de las vanguardias sigue operando en toda poesía que se precie. Sólo a través de ellas hemos podido aprender a convivir con la simultaneidad de lo diverso, y no otra cosa es la mirada poética".El rearme moral y las implicaciones entre poesía y sociedad consumieron buena parte de los debates. "La voluntad de estilo es, por definición, a la vez una estética y una ética", dijo María Antonia Ortega, quien -al igual que José Carlos Cataño y otros participantes- no tuvo empacho en denunciar "la actual hegemonía de la poesía del realismo y de la experiencia". "Al margen de ciertas actitudes y resultados loables en esta tendencia, no es justo que se imponga como un canon de normalidad, más allá incluso de la poesía; a menudo, se arroga el derecho exclusivo de decirnos qué es y qué no es la realidad, y trata las diferencias como si fueran deficiencias", dijo la autora de El espía de Dios.

Según se acordó, es preferible ensayar líneas de consenso en la torre de Babel con tal de no refugiarse en la torre de marfil. Todos sin excepción coincidieron en que poesía y sociedad resultan inextricables. Sólo que si para algunos -E. Falcón, A. Méndez Rubio- la poesía conserva aún un poder de transformación social, otros como J. Aguado, L. Sánchez Torres, A. Ortega- dijeron contentarse con que sirve al menos como espejo o "demarcación de zonas de atención" para la sociedad.

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