¿Es usted normal?
Contra lo que pueda parecer, una persona es considerada anormal si toma muchos cafés, pero es psicológicamente sana si es un travestido. Esta y otras conclusiones forman parte de la cuarta edición revisada del Manual Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales (DSM IV), la biblia de las miserias espirituales de nuestro tiempo.Este volumen de casi 1.000 páginas, traducido a 17 lenguas y con más de un millón de ejemplares vendidos, es obra de referencia no sólo para médicos o psicólogos sino para investigadores, estadísticos, expertos de compañías de seguros, escuelas y tribunales. Y, por supuesto, para cualquier ciudadano que desee contrastar si, pese a todo, es un sujeto psicológicamente equilibrado. Todas las patologías mentales conocidas, desde la personalidad narcisista hasta el insomnio, desde la esquizofrenia al tabaquismo están recogidas en el DSM. La primera edición, aparecida en 1952 y destinada sólo a Estados Unidos comprendía 106 patologías; la actual, de 1995, abarca hasta 300 y ha sido adoptada por todo la comunidad científica.
No deja por ello de ser típicamente americana y revelar el punto de vista pragmático con que Estados Unidos aborda los percances del alma. Cada patología se presenta en el DSM bajo la forma de una lista de síntomas o de comportamientos unidos al número de una nomenclatura que haría posible el tratamiento por ordenador. Cualquier referencia teórica está barrida en beneficio de una descripción pura y dura de los signos clínicos. Cualquiera podría aprender, teniendo acceso, a las recetas a ser médico de sí mismo.
Pero también el DMS IV enseña otras cosas relacionando enfermedad y sociedad. Por ejemplo, después, de la presiones de los movimientos gays, la homosexualidad que aparecía entre los "desórdenes de la personalidad" fue borrada en la edición de 1980. Más recientemente, las feministas, han tratado de eliminar también "síndrome premenstrual disfórico", aislado por los psiquiatras de la American Psychiatric Association para caracterizar a las mujeres irritables, bulímicas, propicias al insomnio o a la tristeza en vísperas de sus reglas. Pero "¿por qué no un desorden macho?", han objetado. ¿Por qué no un síndrome John Wayne? No les han hecho caso los psiquiatras y el DSM IV sigue hablando del desarreglo.
Las atendieron sin embargo en otra cosa. Ya no se recoge el llamado "trastorno de personalidad evitante", un diagnóstico mezcla de masoquismo y de timidez que parecía dirigido especialmente a las mujeres y que se definía como "complacencia en la relaciones insatisfactorias" o "rechazo de toda ocasión de placer". Acusados de machistas, los autores (y autoras, más de mil en total) se defienden diciendo que ellos no clasifican a las personas, sino sólo los trastornos. Precisamente, tratando de evitar problemas con unos y otros, el libro adopta el lenguaje políticamente correcto y no, dice "alcohólico", sino "persona que sufre dependencia. del alcohol". También, por cercano a la sociedad americana, el libro trata los problemas de identidad referidos a las minorías inmigrantes y hay un capítulo entero dedicado a "problemas religiosos y espirituales" pensando en los adeptos de una secta o en los traumas que padecen los convertidos a otro credo.
Para completarse, la obra aporta una escala de evaluación que permite medir el estado psicológico de no importa quién, en función de la tasa de éxito personal afectivo o profesional que haya logrado en la vida. "Este Manual", ha dicho Paula Caplan, desde una cátedra de Psicología en la Universidad de Toronto, "puede que sea útil para un psiquiatra, pero podría acabar resultando horrible para un paciente que se descubra clasificado, etiquetado y controlado". De hecho, desde las agencias matrimoniales hasta los bancos podrían utilizar -y en Estados Unidos los usan- estas evaluaciones para elegir minuciosamente a los clientes.
Según un estudio de la Universidad de Michigan, la mitad o más de la población norteamericana puede ser considerada mentalmente enferma ateniéndose a las interpretaciones del DSM IV. De hecho, no es dificil, aun siendo español, encontrarse incluido entre algunos de los apartados. Algunos ya nos lo temíamos incluso antes de la última edición.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.