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París bien vale una misa

Juan José Millás

Madrid tiene más intestino que una docena de culeros de 14 años capaces de transportar cada uno 80 bolas de hachís desde Marruecos. Y más estómago que el director del colegio mayor Jiménez Cisneros, un centro de experimentación nazi de la Ciudad Universitaria. A Madrid, por caberle, le cabe hasta una cumbre hispano-francesa envuelta en látex. Más francesa que hispana, creo yo, porque en realidad ha servido para normalizar la imagen de Chirac, al que habíamos empezado a coger miedo por su afición a las malformaciones nucleares. Pues nada, fue recibido en el aeropuerto de Barajas por González, y aunque no hablaron de Mururoa, porque no estaba en el programa, Chirac elogió la actitud razonable y moderada de España sobre el asunto. A mí, quizá porque estoy lleno de prejuicios, me ha impresionado mucho ver en la tele la delicadeza con la que este hombre besa la mano a las señoras: piensas que alguien aficionado a las bombas, incluso a las bombas atómicas, ha de tener un punto de grosería. Y no, Chirac es todo lo contrario: un modelo de suavidad y buenas maneras.Yo tuve en el colegio un profesor que disfrutaba aplicando castigos físicos a los niños; tenía esa desviación sexual, el pobre. Sin embargo, luego era capaz de llorar oyendo a Mozart, una cosa no quita la otra. Más tarde, tuve un jefe que espiaba a las empleadas cuando iban al lavabo y que las amenazaba con despedirlas si no le enseñaban las braguitas. Pues bien, era un hombre de comunión y misa diarias, y una vez al año se iba de ejercicios espirituales a la sierra. Que tengas una desviación sexual equis no quiere decir que seas ateo, o que no aprecies la belleza oculta en una sinfonía. Chirac tiene, como todo el mundo, sus perversiones sexuales, su amor por las malformaciones genéticas y todo eso, pero luego da gusto verle manejar la pala de pescado y, besar las manos a las damas.

A nosotros nos habría gustado que González hubiera puesto sobre el tapete el asunto de Mururoa, aunque entre mandatarios no está bien sacar a relucir las atrocidades venéreas de cada uno. Además, ya hemos dicho que no estaba en el orden del día. Pero uno no olvida que cuando nuestros políticos viajan a países a cuyo frente hay un dictador, a los postres, aunque no esté en el programa, le sacan un papel con la lista de presos políticos que el dictador se guarda en el bolsillo con una sonrisa cómplice. No pasa nada por romper un poco el protocolo, hombre. A lo mejor González podía haberle entregado a Chirac una lista con los muertos y los deformados de Hiroshima.

Pero González tiene el prurito de no dejarse arrastrar por las emociones de la opinión pública, que son muy vulgares. O a lo mejor es que lo de Mururoa le parece una perversión sexual aceptable. El caso es que también en esto nos ha engañado. Uno creía que al único que se le caía la baba con el hongo atómico de derechas francés era a Aznar, y resulta que no, que la cumbre hispano-francesa, o quizá franco-española, no sólo ha servido para normalizar la figura de Chirac, sino para homologar la de Aznar, que ha demostrado que su postura sexual frente a las pruebas atómicas de Mururoa es la misma que la del resto de la Unión Europea, empezando por su presidente.

Y mientras en la cumbre jugaban a los trenes de alta velocidad, Ruiz Gallardón aparecía en Telemadrid para hablar de sus primeros cien días al frente del gobierno regional. Explicó que ser de derechas consiste en desear que la sociedad pese sobre el Estado y no al revés. La verdad es que él mismo se rió brevemente de esta simplificación, por no llamar a las cosas por su nombre, pero no aclaró si la bomba atómica de Chirac es una bomba estatal o social. A estas alturas tampoco sabemos si las que se dejaron caer sobre Hiroshima y Nagasaki eran meramente estatales y de izquierdas, o sociales y de derechas. Pasa lo mismo con el aceite de colza, cuyas malformaciones hemos conmemorado también estos días en Madrid. ¿Ese envenenamiento masivo de pobres fue el resultado de la presión del Estado sobre la sociedad o de la sociedad, sobre el Estado? Vaya usted a saber; lo único cierto es que París bien vale una misa, o un masa, no sé, incluso una masacre. Buenos días.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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