La cita de la Europa espacial
Los próximos días 18, 19 y 20 de octubre, los ministros de 14 países europeos, incluida España, se reunirán en Toulouse (Francia) para decidir el futuro de los programas espaciales, cuyo desarrollo y realización es responsabilidad de la Agencia Europea del Espacio (ESA). Estos programas son el motor de la investigación cientifica en el espacio; sus aplicaciones y los desarrollos tecnológicos que mantienen activos a un alto porcentaje de la industria aeroespacial europea, con un volumen de negocio de unos 7.500 millones de dólares y más de 30.000 empleados. Los logros de la ESA en los 20 años que lleva de actividad son innumerables y muy significativos. En ciencias del espacio la ESA tiene un reconocido prestigio en todo el mundo; baste recordar el Giotto, que fotografió por primera vez el núcleo de un cometa (Halley), o el Ulysses, que havisitado, también por primera vez, las regiones polares del Sol. Europa es un líder mundial en observación de la Tierra. Europa, en fin, ha conseguido con el Ariane el 60% del mercado mundial de lanzamientos comerciales. Pero creo que el logro más importante ha sido demostrar que es factible una colaboración eficiente entre distintos países en política científica y en desarrollos tecnológicos e industriales, que ha desembocado en la creación de organismos comerciales como Aríanespace, Eutelsat o Meteosat.
Todo esto parecería indicar que la reunión de la ESA en Toulouse debería desarrollarse sin mayores dificultades y desembocar en decisiones que permitan crear una política espacial bien definida para el próximo futuro, sin que predominen los diversos intereses nacionales. Sin embargo, el resultado de las dos últimas reuniones ministeriales (Múnich, 1991, y Granada, 1992), pobres y mediocres, si exceptuamos la decisión de potenciar los programas de observación de la Tierra, no parecen augurar resultados espectaculares. Si a ello unimos el permanente contraste de ideas, al parecer irreconciliables, sobre los grandes programas entre los dos grandes contribuyentes, Francia y Alemania, el descontento de algunas delegaciones y el mutismo de las otras... si además le agregamos la escasez de presupuestós, el cóctel está servido para una digestión dificil.
Con independencia de cuáles sean las decisiones en la reunión de Toulouse, la ESA debe adaptarse a la nueva situación y mantenerse como potencia mundial en las ciencias del espacio, observación de la Tierra, lanzadores y vuelos tripulados como socio de la estación internacional Alfa. Además, debe poner los cimientos, juntamente con la UE, de una política que incite al crecimiento del espacio en los servicios públicos y comerciales, potenciando una industria espacial competitiva. No hay que olvidar tampoco que el intercambio de tecnologías entre los campos civil y militar (satélites de reconocimiento y de telecomunicaciones) puede ser inmenso. Los países deberían revisar el convenio de creación de la ESA para permitir una cooperación entre ésta y la UEO.
Estoy seguro que es el deseo de muchísimos europeos. Pero, desgraciadamente, ni los políticos ni los gestores responsables de la ESA pueden hacer grandes milagros en las condiciones actuales. ¿Hay alguna solución a este impase?, Pienso que sí, aunque no es una solución fácil ni atractiva para los actuales responsables. La solución pasa por olvidarse de todos los responsables actuales (políticos y gestores), que están polarizados por la historia reciente, incapaces de salir del hoyo intelectual en el que han caído, y por tanto incapaces de proporcionar ilusión por el futuro. Esta ilusión, por otra parte, sólo puede abanderarla algún visionario proponiendo un gran programa espacial por el que el contribuyente europeo esté dispuesto a pagar.
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