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Tribuna:LA SEQUÍA
Tribuna
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La Península necesita un Plan hidrológico distinto al que se está planteando, que se limita a repartir el agua que hay

En España, en su mitad meridional y archipiélagos, atravesamos un periodo de sequía suficientemente grave como para tomar medidas en serio. Nos acercamos a los datos de 1945, año que sirvió para que se tomara conciencia de la trascendencia de tales situaciones cíclicas, activando un importante programa de construcción de embalses que seguimos disfrutando. Nuestra península dispone de recursos hidráulicos considerables. El problema radica secularmente en la irregularidad de las precipitaciones, tanto en el calendario como en la geografía, lo que condiciona la explotación, y aprovechamiento de nuestro territorio en diversos aspectos. Son hechos incuestionables que tenemos que asumir con sus ventajas e inconvenientes, en las regiones húmedas y secas de nuestra patria. La clave es saber sacar provecho de todo ello. Dicho problema ancestral tiene soluciones y respuestas positivas. La población humana y sus exigencias aumentan cada día de forma notoria, por lo que no cabe la inacción o el, confiar en las nubes. Las soluciones tienen que venir dadas por encírna de consideraciones partidistas de los políticos, y no pueden de teriorarse por intereses mezquinos, ni convertirse en arma arrojadiza de unos contra otros. Tienen que ser soluciones científicas y tecnológicas.El agua es un elemento más escaso e insuficiente cada día. Es vida y riqueza, por lo que tenemos que tratar de aumentarla, en vez de repartírnosla. La ausencia de agua o su mala utilización nos conduce al empobrecimiento y a la desertización, y, en círculo cerrado, a la reducción de la humedad ambiental, con disminución, de nubes por aumento de la sequedad del ambiente y pérdida de vegetación, sustituyéndola por la erosión o la salinización de la superficie terrestre, que es un fuerte factor de riesgo, de múltiples y negativas consecuencias, con daños de difícil restitución.

Es esencial desarrollar un plan hidrológico peninsular para España y Portugal, ya que en este aspecto, como en tantos otros, constituyen una unidad no fraccionable. Pero debe ser un plan muy distinto al anteproyecto español, que tiene un planteamiento desenfocado, al predominar el reparto de lo que tenemos en vez de aumentarlo. Pretende dar a unos lo que quita a otros, creando enfrentamientos innecesarios y de forma muy costosa. La vía aconsejable es bien distinta, pues está en aprovechar al máximo la que hay, en condiciones de utilidad y potabilidad, partiendo siempre del supuesto que uso y cantidades a emplear están suficientemente justificadas.

Afortunadamente, en poquísimo tiempo, las cosas están cambiando de forma favorable, ya que cuanto proponíamos unos pocos empieza a ser aceptado, dada la gravedad de la situación. Se vuelve a confiar en la explotación razonada de acuíferos, y en ellos va a estar la solución oportuna del abastecimiento inmediato para algunas poblaciones. Se acepta como necesario el reciclaje de las aguas vertidas por industria y poblaciones, para su adecuada reutilización posterior, evitando las contaminaciones subsiguientes de los actuales vertidos sucios. Ya se admite como solución lógica la desalación de agua de mar, sin el injustificado sambenito de ser un procedimiento "caro", al ser patente que su coste es inferior al de las aguas trasvasadas o transportadas -a pesar de sus falseados precios políticos-, a lo que hay que añadir los nefandos efectos secundarios en las cuencas de donde proceden, lo que no es asumible por el conjunto de la nación española. Dejamos de echamos las manos a la cabeza por la construcción de nuevos embalses, cuando son convenientes y aceptables. De nuevo, volvemos a confiar en las repoblaciones forestales, hídricamente recomendables. Y nos concienzamos de la necesidad del ahorro en todos los sectores sociales, especialmente en el agrícola, donde está la gran clave, ya que es el de mayor consumo -el 80%- y donde el destino, uso y pérdidas están más en tela de juicio. Es el sector donde reside el mayor despilfarro -el 50%-, de manera injustificada, por razones de usos empleos y técnicas obsoletas.

Lo más importante es que todo esto ha dejado de ser objeto de escándalo para pasar a ser tema de consideracion, análisis y estudio, como gran esperanza nacional, superando autonomías y regiones, como debe ser. De esta forma, nadie tendrá que pedir nada a los demás, pues los medios estarán en sus propias manos, sin enfrentamientos y para bien de todos. Y hasta con la posibilidad de trasladar aguas desde los litorales hacia el interior, en cuanto sea necesario. Nuestras actuales tecnologías nos lo permiten, sin ningún tipo de obstáculos, ni siquiera el eco nómico, que ha dejado de ser un pretexto razonable.

Antonio Lamela es arquitecto y vicepresidente del Club Español de la Energía.

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