Política

En el artículo de opinión que aparece en EL PAÍS del martes 19 de septiembre titulado Una carta abierta, Francisco Ayala hace un análisis muy fino de la situación política española desde al menos dos puntos de vista: uno es comparándola históricamente con otro momento político de este siglo (el final de la II República), y otro es observar el alterado estado político español en el contexto de un mundo en continuo cambio de este fin de siglo: "Los portentosos adelantos que de un día para el siguiente siguen introduciéndose en la urdimbre de ese cuerpo social fuerzan a cambiar una vez y otra los comportamientos de la gente, (...) poniendo en cuestión las pautas de conducta que todavía ayer eran adecuadas".Estoy de acuerdo en todos y cada uno de los puntos que va desarrollando a lo largo de su completa exposición, y a la vez hago mío su desacuerdo y desaprobación de la situación política actual que sostiene in extremis el Gobierno que preside Felipe González. Solamente me tomo la libertad de retocar la última idea que expone a modo de conclusión: "Siendo el lo así, quizá no le quepa a uno, pienso yo, otro recurso que el consolarse (...) adoptando la sabiduría del resignado consejo: '¡Paciencia y barajar!".

¿Por qué recluirnos cada uno de nosotros en nuestras respectivas cuevas (Ayala comenta la literaria)? ¿Esperando, quizá pasivamente, a que esto acabe cuando a los responsables de este desastre se les ocurra? Con este desastre me refiero a la corrupción, la apropiación indebida de fondos públicos (nuestros impuestos), el terrorismo de Estado, obstaculizar la labor de la justicia, y más cosas que vemos y escuchamos todos los días en los medios de comunicación. Yo propongo no escondernos ni ver cómo se resuelve la situación por sí sola, sino decir ¡basta ya!, exigir transparencia a políticos, exigir una oposición fuerte y rotunda, exigir libertad de expresión y diversificación de los medios, de comunicación, exigir todo esto para, en fin, recuperar la ilusión en esta democracia nuestra que parece que se nos rompe en pedazos.