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La ingratitud del espacio

Con puntualidad mediterránea y telas ecológicas (¿esto qué querrá decir?) Jesús del Pozo dio más de lo que ya se sabe: sigue fiel a sí mismo. El espacio de la pasarela reduce el aforo y no ayudó ni siquiera a los primeros cuatro vestidos, heroicas reproducciones de su añorado Balenciaga, una especie de sincero homenaje al maestro vasco. El público estuvo justificadamente frío, aún entendiendo que la Pasarela Cibeles no es sólo y estrictamente la voz previa del mercado sino un terreno intermedio donde la fantasía, el imposible y hasta la boutade tienen su lugar, siempre dentro de cierto orden y control. Elena Barquilla, una vez más, marcóa diferencia y las distancias que la hacen ser a mejor modelo española de hoy, sobre un traje de noche sin tirantes; ella emuló a Plisetscaia en un por de bras que respetaba -y hasta realzaba- el objeto a vender.La tarde la alegró Roberto Verino con una llamada sincera y conseguida a la calilad, lo que explica sus progresos formales y su consolidación en el mercado. Su vuelta a lo racial, que ya se apuntaba en colecciones anteriores, toma de lo tópicamente español, lo sanguíneamente elegante y una cierta ironía que obliga a la mujer a ser consecuente y respetar el trapo que la cubre lujosa o funcionalmente. Aquí los bravos eran de justicia.

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La evocación del pasado domina la Pasarela Cibeles

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