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Los Quince buscarán en Mallorca un pacto para dar prioridad al empleo

Xavier Vidal-Folch

Concretar la prioridad dada al empleo en la política económica de tos Quince de manera qué, no resulte una consigna retórica. Ése será uno de los asuntos estrella en la cumbre informal que los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) mantendrán el próximo fin de semana en Formentor (Mallorca). Junto al paro, los líderes pretenden confirmar y desgranar los grandes retos de aquí al año 2000 (ampliación al Este, reforma de Maastricht), de forma que no se superpongan en una agenda imposible.

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La cumbre pretende "recuperar el espíritu europeísta" de los años ochenta para afrontar los grandes retos del próximo quinquenio y acercar la Unión a las preocupaciones ciudadanas, indican fuentes de la presidencia española. Se trata de recobrar el impulso integrador -Acta Única, ampliación ibérica, Tratado de la Unión-, truncado por los referendos de Maastricht, y que simbolizaron personajes como Jacques Delors, François Mitterrand, Margaret Thatcher, Ruud Lubbers, Giulio Andreotti, Helmut Kohl, Aníbal Cavaco y Felipe González. Sólo estos tres últimos sobreviven de aquella época que reactivó el eurooptimismo y acabó entre las incertidumbres renacionalizadoras provocadas por el debate de Maastricht y la caída del muro de Berlín.La reunión se engendró en la cena junto al fuego del Consejo Europeo de Essen, cuando Jacques Delors urgíó a los Doce a dibujar el escenario de la Europa del año 2000, destacando la imposibilidad de que una UE de 25 o 30 socios funcione con los mismos mecanismos que una de 12. La exposición del comisario-filósofo encandiló a los mandatarios, que por fin discutían sin las presiones de los sherpas sobre decisiones coyunturales y comunicados finales.El canciller Kohl propuso proseguir el debate bajo presidencia española. "Informalmente y solos", dijo, "porque si nuestros ministros de Exteriores pueden reunirse trimestralmente sin sus segundos, ¿por qué no nosotros?". González cogió el guante y así surgió esta cumbre inédita, que no tendrá agenda obligatoria, ni emitirá conclusiones escritas, ni está obligada a tomar decisiones, algo que ya preocupa a observadores y periodistas.

En la sala sólo habrá 16 interlocutores: los Quince y el presidente de la Comisión, Jacques Santer (cada uno con cinco ayudantes fuera de la reunión) y dos testigos, separados en una mesa camilla adjunta: el secretario general del Consejo de ministros, Jürgen Trumpf, y el director de Asuntos Internacionales del Gabinete de la Presidencia, Ricardo Díaz-Hochleitner. El encuentro sólo tiene un precedente remoto: el Consejo Europeo informal del 18 de noviembre de 1989, cuando los entonces Doce debatieron, nueve días después de haberse producido, las consecuencias de la caída del muro de Berlín.

Pese a este carácter informal, la cumbre abordará todos los grandes retos. Sobre todo, la estrategia para aumentar el empleo, ligándola al crecimiento -para aprovechar el -ciclo expansivo- y a la competitividad, dentro de un bloque temático que abarca temas de "aproximación al ciudadano": seguridad ciudadana (droga, migraciones, delincuencia) y medio ambiente.

Otro bloque de asuntos será el de los derivados de la futura ampliación de la UE a los países del Este, Malta y Chipre y sus implicaciones, tanto institucionales como para la política agrícola común y los fondos estructura les. Los Quince tratarán de esbozar una agenda quinquenal, en la que la Conferencia Intergubernamental que debe reformar el Tratado de Maastricht, la reforma de las perspectivas financieras (la programación de recursos propios de la UE, que deben re novarse en 1999), la ampliación y el paso a la moneda única no se estorben mutuamente. Y en tercer lugar debatirán cuestiones in ternacionales urgentes: la situación en la antigua Yugoslavia, el proceso de paz en Oriente Próximo, las relaciones Con Rusia y la política mediterránea, ante la Conferencia Euromedíterránea de Barcelona.

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