Llovió hasta café
Que lloviera café es una exageración, sin duda es lo que se deseaba después de la caladura que nos pegamos en el primero de la tarde. Café o anís del mono, que resulta aparente. Pero sólo cayó agua y luego orejas. Entre que el labriego andaba frotándose las manos con el chaparrón, y el personal no se cambiaba por un capitán de navío a costa de las orejas cortadas, la tarde fue deliciosamente feliz. Debe ser cosa de los ordenadores que le han metido a la ganadería para ponerla al día. Lo que pasa es que le debe faltar una tecla al invento porque dulzura hubo, pero endeblez también. Toda la corrida se despachó con una entrada al peto por toro, cosa que no será para sacar pecho.
Ponerse a torear Espartaco y diluviar, fue todo uno. Acabó el con los pelos como los náufragos. Y el toro, parecido. En el cuarto, que se rajó, estuvo despegado y piconero. El primero de Jesulín, blandeó. El torero, despegado. No hizo excentricidades y se dedicó a pegar pases. En el quinto, parecido argumento aunque subrayada la endeblez del animal que cayó varias veces.
Torrestrella / Espartaco, Jesulín, Rivera
Toros de Torrestrella, nobles, sospechosos de pitones.Espartaco: saludos; oreja. Jesulín de Ubrique: oreja; aviso y oreja. Rivera Ordóñez: oreja; dos orejas. Plaza de la Glorieta, 18 de septiembre. 7ª corrida de feria. Lleno.
Francisco Rivera, muy despegado y toreando hacia afuera como las figuras. En el sexto tuvo la suerte de los campeones, porque le pegó una voltereta, cayó en el lomo y esa precisión enardeció horrores. Tanto que no sólo él y Jesulín salieron a hombros, sino el mayoral y el ganadero también. Servidor se libró porque tenía prisa.
Babelia
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