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FERIA DE GUADALAJARA

Salió un toro bravo...

Salió un toro bravo... Salió bravo el cuarto toro, y todo el mundo a correr. Corrieron el picador y los banderilleros. Y hasta el propio Joselito corrió.Joselito seguramente no daba crédito a sus ojos, acostumbrado, como está, a verse delante de borregos tullidos, al estilo del que le echaron en primer lugar. Animalote prácticamente acorne, a ese tullido borrego le estuvo pegando pases de un lado para otro, sin quedarse quieto jamás. Acabó cortándole una orejita porque así es la vida y porque el público de Guadalajara había tomado la determinación de que allí cortara orejas todo el mundo. Si luego no las cortaron, ésa es distinta cuestión.

Litri, por ejemplo, no cortó las orejas del quinto toro a pesar de que el público de Guadalajara quería que las cortara a toda costa. Ya llevaba cortada una después de la zaparrastrosa faena que le hizo al nobilísimo torito de Torrealta. Pero en el quinto habían de ser las dos: estaba decidido. Y el público se puso a jalearle los recortes, los trallazos, los regates.

Hernández / Joselito, Litri, Ponce

Tres toros de Domingo Hernández, terciados, encastados, 4º bravo. lº, 2º y 6º, de Torrealta, terciados, sospechosos de afeitado, flojos, nobles. Joselito: estocada honda perdiendo la muleta (oreja); pinchazo, bajonazo descarado aviso y dobla el toro (silencio). Litri: bajonazo -aviso- y dobla el toro (oreja); primer aviso antes de matar, dos pinchazos, bajonazo, rueda de peones -segundo aviso- y dobla el toro (aplausos y saludos). Enrique Ponce: pinchazo -primer aviso-, cuatro pinchazos, estocada -segundo aviso- y dobla el toro (ovación y saludos); estocada trasera -aviso- y dobla el toro (dos orejas). Asistieron los Duques de Lugo.Plaza de Las Cruces, 16,de septiembre. 3ª corrida de feria. Lleno.

Sumido en la refriega, el tiempo no debía correr para Litri. Mas sí corría. A los músicos les iba a dar algo. Tres veces habían interpretado Nerva, iban por la cuarta, al brillante trompetista ya se le venían abajo las notas del inspirado solo, y Litri seguía, y seguía, y seguía... Sonó un aviso, pinchó y el público continuaba aplaudiendo con el mismo fervor que once minutos antes, al empezar la faena o lo que fuera aquello. Volvió a pinchar, vino el segundo aviso, dobló el toro, y Litri consiguió lo que parecía imposible: no cortar ni las dos orejas ni ninguna. Tiene mérito.

Caía para entonces la noche... No es que hubiera sucedido nada de particular en la corrida; es que los toreros estaban atacados de furor pegapasista. Ponce, que instrumentó unos ayudados torerísimos al tercero, la emprendió luego a derechazos,con más postura que autenticidad, mató mal y el escuchó también dos avisos.

Repitió la faena en el sexto, de encastada nobleza, y cortó las dos orejas, si bien le volvieron a enviar otro aviso, que ya eran tres en su bagaje particular.

Dicen el taurinismo y sus corifeos que los avisos no cuentan. Y si bien es cierto que no cuentan -pues no impiden cortar oreja- sí tienen importancia. Una faena de diez minutos es reveladora de que allí no hubo toreo. Cuando el toreo es auténtico, con docena y media de muletazos ya está explicada la tauromaquia, colmada la afición, dominado y exhausto el toro. Cuando el toreo es superficial, a nadie llena y el toro se queda tan serrano y virgen como la madre que lo parió, así le den doscientos pases. Por ahí -doscientos, arriba o abajo- iría el saldo de Litri y de Enrique Ponce en sus aclamadas faenas.

Joselito tampoco se quedó corto, no vaya a creerse. Su desgracia fue, sin embargo, que le saliera un toro bravo. Cuarto de la tarde, irrumpió fogoso en el redondel, le pegaron un puyazo carnicero en los medios del que se desquitó derribando, recargó en dos más, se arrancó recrecido a los banderilleros...

Tomó con nobleza el toro bravo los muletazos que le presentó Joselito sentado en el estribo, pero como la faena no fue dominadora., sino que el meritado diestro no toreaba reunido, ni cargaba la suerte, ni ligaba los pases, ni se estaba quieto al rematarlos, le acosó, le desarmó y le persiguió ruedo a través, veloz, enfurecido y codicioso de fondillos. Joselito, visiblemente alterado, abroncaba a sus perplejos banderilleros, mientras intentaba cuadrar, finalmente cobré un bajonazo, y escuchó otro aviso.

Siete avisos hubo en la tarde. Siete avisos por cuatro orejas constituye un desequilibrado balance, que no resiste la más superficial auditoría. Un resultado así es un puro despropósito. Y eso fue lo que sucedió.

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