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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mujeres en Pekin

LA IMPORTANCIA de las conferencias mundiales sobre la mujer que comienzan en Pekín (en torno a la IV de la ONU hay diversos foros y convocatorias no gubernamentales) está ante todo en la difusión de los grandes problemas, que se resisten a resolverse por su sola lógica. El texto final de la conferencia oficial no será resolutorio porque no hay fuerza de mandato, y tropieza con posiciones fijas muy fuertes, sobre todo de las religiones monoteístas o del libro, que siguen considerando a las mujeres primordialmente como base reproductora, pero también de regímenes que vuelcan su vocación represora sobre segmentos débiles de la sociedad. Las mujeres siempre han sido objeto de estas reacciones primarias regidas por el miedo de cuantos mandan.Sí debiera servir la cumbre de Pekín, con todo lo irritante que resulta que un régimen tan represivo como el chino haga de anfitrión, para enviar al mundo una señal que incomprensiblemente sigue sin cuajar. Y es la evidencia de que, aunque sólo sea por pragmatismo para quienes no acepten criterios de justicia, ninguna sociedad será competitiva si por principio, ideología o cerrazón, reprime el potencial creativo y productivo de la mitad de su población.

La postura del Vaticano, que no admite mujeres en sus funciones eclesiásticas pero las envía como delegación para exponer en Pekín sus puntos de vista, no es siquiera contradictoria. El actual Pontífice nunca ha dejado lugar a duda de que considera que parte de las conquistas de las mujeres en estas décadas, por basarse en su reivindicación de derechos, como individuos, pueden tener efectos nocivos para la sociedad. Se aferra en defender para la mujer una situación que plantea un problema capital, desde el momento mismo en que el modelo vaticano de mujer ha dejado de existir prácticamente en las sociedades en las que el catolicismo sigue teniendo cierta influencia. Las mujeres y las familias ni viven ni piensan en el umbral del siglo XXI como el Vaticano cree que debieran. Es una verdad dolorosa para quienes creen que la sociedad sería más sana si no fuera así. Pero es una realidad incontestable.

La revolución sexual -los anticonceptivos como su máximo pilar- permitió a la mujer decidir la concepción sin privarse de la vida en pareja o la libertad del amor. Pero no ha sido así en lo que llamamos Tercer Mundo, ni tampoco en la parte más pobre del primer mundo donde el duro trabajo de la mujer siempre existió: campesinas o proletarias, sirvientes o enfermeras,aprendizas o maestras. Lo que pretende ahora la continuación de la lucha es el equilibrio de sus trabajos, que la maternidad sea posible cuando es deseada y no por condiciones económicas, que la carga de convivencia en pareja no pese exclusivamente sobre ella y que se desmantele la discriminación que sigue vigente por doquier, aunque en algunas sociedades desarrolladas de forma subrepticia.

Posición lógica es la que lleva la delegación española, que actuará como portavoz de la Unión Europea: información sexual libre para las jóvenes, uso amplio de los métodos anticonceptivos, decisión de la mujer en materia de aborto, elección del modelo de familia y libertad como miembro de la pareja. A partir de ahí se deducen otras necesidades básicas: la oposición a la mutilación genital religiosa o consuetudinaria, la defensa contra las violencias intra y extra familiares y todas las reivindicaciones conocidas. Pekín como sede ha sido objeto de debate. Nos inclina mos por pensar que la conferencia, aun en condiciones de aislamiento y censura, precedida de ejecuciones, limitadas sus participantes en los movimientos por la ciudad y el país, puede servir para despertar conciencias o para dar la razón a quienes protestan como semilla de debate libre.

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